martes, 2 de diciembre de 2008

¡Tropa, arriba ese ánimo!

Al menos un par de personas me preguntaban ayer qué pasaba con el blog, que hacía mucho que no escribía. Bien, no hace tanto, ¿no? Cuatro días de nada. Pero como uno se debe a su público (que dicen los artistas en los programas del corazón), esta mañana he intentado sacudirme la pereza y buscar un tema interesante. Pero el tema interesante debía andar en el blog de otro (de Sempiterna, de Teo o de José Ángel, seguramente), y no terminaba de dar con él. "Será que no estoy de humor", me decía. "Será", me respondía. Sí, es que yo mantengo ese tipo de debates profundos conmigo mismo. Total, que lo primero era levantar el ánimo. Ya lo decía el coronel Saito: "¡Trabajar con alegría!"

Youtube, para qué te quiero. De cabeza me he lanzado a ver un par de vídeos que me robasen unas sonrisas matutinas, y vaya si lo han conseguido. Me han sentado de maravilla, casi igual que el cocido extremeño que preparé el fin de semana. Así que he decidido compartir esos dos momentos mágicos del cine con vosotros.

Probablemente los conozcáis, seguramente los habréis visto mil veces, pero hay que volver a ellos. Hay que volver una y otra vez para que nos irradien de ilusión y nos enmarquen bien firmes una sonrisa en el rostro. Son como las barritas de chocolate ésas que anuncian en la tele y que te producen el mismo efecto que hartarte de higos, pero en fino, esto es, sin visita al excusado.

El primero de los vídeos está dirigido y protagonizado por Charles Chaplin, en la película El gran dictador. El segundo corte está sacado de Lío en los grandes almacenes, película en la que Jerry Lewis estrenó el que es sin duda su número más conocido, claro heredero del anterior. Ambos momentos prescinden de la palabra hablada para centrar todo el potencial en la combinación de música, gestos y expresiones. Dos verdaderas obras maestras, cada una en su estilo, cada una con el sello personal de su creador.

Haceos un favor: tomaos tiempo, vedlos y disfrutadlos.

El barbero, de Charles Chaplin.


La máquina de escribir, de Jerry Lewis.


3 comentarios:

sempiterna dijo...

Por alusiones.

La musicalidad de las cosas de la vida diaria, jeje. Me quedo con el barbero y la melodía frenética de las pulsaciones del hombre afeitado durante los solos de violín... jajaja.

Muy buenos, me han robado un par de sonrisas de mediodía.

Anónimo dijo...

La máquina de escribir con el genial Jerry Lewis, me ha recordado cuando estaba en la radio y utilizaba esa banda de fondo para comentar las curiosidades del Cine en Radio Voz.
La encontré en un cd doble "Clásicos divertidos", y me encantó.

Anónimo dijo...

Maravillosas las dos secuencias amigo. Me quedo con el barbero de Chaplin, sin desmerecer en absoluto la máquina de escribir de Lewis.

Te debo unas risas