sábado, 21 de junio de 2008

Lecturas al día: Las mentiras de la luz


Título: Las mentiras de la luz

Autor: Juan Hernández Luna

Editorial: Ediciones B

Año: 2004

Páginas: 173


Hace algo más de una semana que debía meter esta reseña en el blog, más menos cuando acabé el libro, pero con el viaje a Irlanda para ver a Neil, la cosa se ha ido retrasando. Me recomendaron este autor en El estudio en escarlata, una librería de literatura negra de Madrid que recomiendo encarecidamente no sólo su fondo sino sobre todo por la atención que ofrecen a los clientes (algo así como Inés en La Araña, pero en la "capital").

Las mentiras de la luz es, básicamente, un relato sobre las dificultades que afronta un escritor a la hora de enfrentarse a la página en blanco. Narrado en primera persona, su protagonista pasa todo el relato intentando dar con el tema ideal, la frase perfecta, para afrontar la novela que habrá de sacarlo de la ruina en la que malvive y acercarlo a sus ídolos literarios. Pero entre una divagación y otra, por su vida pasan varias mujeres y mucho ron por su organismo; y la gran historia no llega.

Aunque a primera vista, incluso cuando uno empieza a leer, da la impresión de ser una historia típica sobre el escritor fracasado y alcohólico, el ritmo que le imprime el autor a la narración, y sobre todo, el inteligente uso de la primera persona para hacer de los personajes seres de carne y hueso, deparan una lectura amena y sorprendente.

Tengo por ahí pendiente otro libro del autor con el que me meteré en breve. Por ahora ando entre las páginas de La esencia del mal, la nueva aventura literaria de James Bond con la que han querido conmemorar el aniversario de Ian Fleming. Y por lo que llevo leído, ya se podían haber decantado por un ramo de flores...

miércoles, 18 de junio de 2008

Neil Diamond en concierto desde Dublín (crónica)


En fin, amigos, si el domingo por la noche ya puse una entrada con algunas fotos del concierto del amigo Diamond junto a unos pocos comentarios, el lunes a media mañana ya ponía el punto final a una contundente crónica del mismo. Se la pasé a Juan Puchades, director de la revista digital Efe Eme y todo un descreído "diamoniano", y parece que, por bueno o por descabellado, mi texto le interesó tanto como para publicarlo en la edición de hoy de la revista-web. Aquí va su introducción: 

Neil Diamond. Camino a la redención II 

¿Hay que estar loco o ser visionario para irse a ver a Diamond en directo y abrazar sin complejos la religión del Hermano Amor? A la espera de los resultados de los primeros análisis realizados a la mente de Javier Márquez -a quien teníamos por hombre cabal-, aquí va su extensa y pormenorizada crónica del concierto del ídolo en Dublín

Para los que queráis leer por qué el bueno de Juan pone en duda mi salud mental, podéis echarle un vistazo al texto en la web de Efe Eme.

martes, 17 de junio de 2008

Es la casa de Dios... ¡Pasen por caja!

Pido disculpas ante todo por colocar aquí esta foto tan mala. Está tan movida porque la hice sin flash y con bastante rapidez después de que por dos veces me impidieran hacerla en condiciones. Por alguna razón, a los señores que controlan la entrada a la Christ Church Cathedral (o Catedral de la Iglesia de Cristo) no les hacía gracia que tirase un retrato de tan linda estampa: una caja registradora en la misma entrada. No en el acceso desdeel patio, ni en el rellano; ni una discreta mesa con una caja de puros para guardar las monedas; no. Una caja registradora en lo que se supone que es ya suelo santo.

Parece ser que en Dublín, además de estar dividida la población entre dos equipos de fútbol, también lo están por sus dos catedrales. Hay quien apuesta por la Christ Church Cathedral, que empezó a construirse en 1038, y quien prefiere la más señorial St. Patrick’s Cathedral, de 1191. Vaya, lo mismo que ocurre en Sevilla con la Macarena y la Trianera, pero en plan coleccionista de Exin Castillo (para muestra, la imagen de abajo de la Christ Church). Claro que al parecer, en su día, los partidarios de uno y otro templo se zurraban de lo lindo. Menos mal que, por caridad cristiana, hacia el año 1300 llegaron a un pacto de no agresión.

Y es que son muy listos estos irlandeses. Dirían: "Anda ya, ¿para qué darnos de 'guantás', si podemos sacarle una pasta a los güiris -porque allí, ojo, los güiris somos nosotros-, visitando el chiringuito sacro y unas catacumbas con menos encanto que un túnel del metro"?

Pues eso, que la casa de Dios en Dublín está abierta a todo cristiano piadoso previo pago de catorce euracos. Que a unos cuantos turistas despistados diarios, da para comprar muchas piezas nuevas al Exit Castillo.

Conste que esta perorata no va contra los irlandeses, que tienen la mayoría cara de bonachones pelín pirriaqueros, tipo primo de Benny Hill (de las irlandeses, mejor otro día). Digo, que no tengo nada en contra de los irlandeses, pero sí me parece una vergüenza, una desfachatez y un insulto hacia toda la comunidad religiosa -y conste que no me considero miembro-, no ya lo de cobrar la entrada a un templo, sino hacerlo, además, con una cara dura tan fresca. Y eso no pasa solo en Dublin, ni en Irlanda. No hay que irse muy lejos.

Debe ser que con tanto orgullo patrio, a algunos se les pasa por alto de qué va realmente eso de la religión, ya sea un pícaro monaguillo o el Papa de Roma. Y repito que a mí ahce tiempo que la cuestión religiosa (terrenal), plin. Pero claro, lo que me revienta es tanta hipocresía.

A más de uno se le debería aparecer uno que yo me sé y gritarle aquello de: "¡Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado!" Que parece que hay quienes presumen de leer mucho la Biblia y resulta que, como los niños, en realidad no se enteran de un... Bueno, eso.

lunes, 16 de junio de 2008

Fin de semana mágico en Dublín, con Neil Diamond y entre amigos

Ya estoy de vuelta. Ha sido un fin de semana increíble. El viernes embarqué hacia Dublín junto a mi padre y algunos buenos amigos. Una vez allí, nos reunimos con algunos más, y todos juntos, acudimos a ver a Neil Diamond en concierto.

Fue una experiencia fabulosa. Un concierto increíble, memorable, realmente bueno, y escribo esto sin que me ciegue la pasión; palabra. Pero es que, además, vivir ese momento con tan grata reunión de gente, donde la calidad humana sólo es comparable a la calidad musical de nuestro querido Neil, es ya el colmo de los placeres.

Con más tiempo y calma comentaré a fondo el viaje y el concierto, pero por ahora, sirvan de adelanto estas instantáneas (que podéis ampliar pulsando en ellas).










miércoles, 11 de junio de 2008

Ni siquiera la lluvia tiene manos tan pequeñas...

Decía ayer, en el texto dedicado a mi buen amigo José María, que por desgracia no domino (como es su caso) el arte de la literatura en verso. Claro que mi torpeza en esos menesteres no significa en absoluto desinterés o desagrado por la materia. por el contrario, el hecho de que tanto me cueste escribir unos buenos versos no hace sino que aprecie más lo que otros logran en tales lides.

Hoy, por alguna razón, he recordado un poema que me emociona muy especialmente. Lo descubrí en una película (¡Cuántas cosas no me habrá descubierto ese bendito Séptimo Arte!). Para más datos, se trata de 'Hannah y sus hermanas', esa obra maestra de Woody Allen, una de esas cinco o seis películas por las que deberían darle al pequeñajo neoyorquino un premio Nobel, cualquiera, de la paz o de los buenos sentimientos.

Hacia la mitad de la cinta, el personaje de Elliot (interpretado por un impagable Michael Caine) se propone seducir a su cuñada, Lee (Barbara Hershey), y le regala un libro de poemas de e.e. Cummings. Poco después, ella lee un poema que Elliot le marcó, "pensé en ti cuando lo leí", le dijo al darle el libro. Al día siguiente, tras habalr del poema, escuchan juntos un disco con el concierto de Bach para arpa y orquesta; sublime. El romance prohibido es ya inevitable.

Gracias al bueno de Woody y a esta película, descubrí ese magnífico concierto de Bach y los poemas de e.e. Cummings (no es un error, escribía sus iniciales en minúsucla). Aquí os dejo ese poema que se cita en la película. Leedlo con calma, pausadamente, en voz alta y sentid cada palabra...

Con sólo mirarme, me liberas,
aunque yo me haya cerrado como un puño
siempre abres
pétalo a pétalo mi ser,
como la primavera abre con un toque
diestro y misterioso su primera rosa.

Ignoro tu destreza para cerrar y abrir
pero, cierto es que algo me dice
que la voz de tus ojos
es más profunda que todas las rosas.


Nadie, ni siquiera la lluvia,
tiene manos tan pequeñas.



Y aquí os dejo la escena en concreto:


martes, 10 de junio de 2008

Reflexiones bajo una encina (A mi amigo Lunes)


El lunes no suele ser para casi nadie un buen día. Marca el fin del descanso y la diversión, y el regreso a la tediosa rutina laboral. “¡Oh no, mañana: lunes!” No habré dicho veces eso una tarde de domingo mientras apuraba algún libro de misterio o alguna película del Oeste (de ésas que hoy ya no ponen ni los domingos ni las fiestas de guardar).

¡Cómo cambian los tiempos! ¿Quién me iba a decir a mí que yo iba a hablar con gusto y placer de un lunes? Claro que, de un lunes muy particular. Se me llena la boca con frases hermosas y bien construidas -las suyas-, y el pecho de orgullo -el mío- por contarlo entre mis amigos más estimados.

Conozco a Lunes desde hace muchos años, desde que yo era un niño y él, el padre del que sigue siendo mi mejor amigo. Por aquellos días lo observaba con el temeroso respeto que impone a un pequeñajo de ocho años un hombre más bien serio y a todas luces disciplinado, aunque siempre cariñoso. Después, claro, fui descubriendo que tras la seriedad se agazapaba una entrañable timidez y, que la disciplina nacía del honorable deseo de dar a sus hijos lo que él nunca pudo disfrutar.

Lunes es un hombre que puede contarte mil historias de su pueblo y los colindantes, agazapados todos en esa serranía de Huelva que no por cien veces vista resulta menos seductora. Conoce a sus gentes, y pocos son los hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, que no se rindan a una charleta con él al calor de media mañana, paseando entre las paredes encaladas.

La posguerra le embargó infancia y juventud, como a tantos o tros, cerrándole a conciencia puertas tan anheladas como la de los estudios. Pero nada hay más poderoso que el corazón y el ama humana, y cuando hoy leo los textos y poemas de mi amigo Lunes, me da por pensar que la suya no sea más que una vida inventada, como si de un superhéroe se tratase, tras la que se esconde la verdadera existencia de un notable literato, de un admirable humanista, que ha querido pasar desapercibido por la vida, dando así mayor valor a su obra. Humilde y consecuente, sabe bien de dónde viene, y hacia dónde no le gustaría que nadie fuese, por lo que se esfuerza en encaminarse hacia horizontes más agradables.

¡Ironías! Ahora que los quehaceres diarios (¿y por qué no decirlo? Una niña bonita a la que no suelta) apenas me dejan disfrutar de la compañía de su hijo, he aprendido a valorar con más enjundia las tardes de charla con Lunes; a veces debate entre colegas de las letras, en ocasiones consejo con sabor paternal.

¿Y para qué hablar si nos cuida María, esa mujer cuya dulzura y bondad van más allá del universo que encierra su nombre? Decía antes que conozco a esta familia desde niño. Han pasado ya... demasiados años, pero la sonrisa de María sigue brillando tanto como el sol cuando empieza a colarse entre los chopos y las encinas de las sierra para bañar con su luz los resquicios de Encinasola. Lunes y yo hablamos, y ella pasa de vez en cuando para apostillar algo -siempre con tino-, para ofrecernos con qué refrescar nuestras gargantas o, simplemente, para observar.

Con tan grata compañera desde hace tantos años, no es de extrañar que la vida haya inspirado a mi amigo Lunes para sacar todo el jugo cada nuevo día, y apostar por pulir su espíritu, sin prejuicio de edad, para sentirse joven, vivo, enamorado de esa vida, volcando en su blog cada nuevo sentimiento, cada nueva sensación.

En mi primer libro escribí de su hijo que era el Sancho que desearía cualquier Quijote. Un día de estos tendré que sentarme y escribir algo bonito de mi amigo Lunes. Pensé hacerle un soneto pero, para qué naufragar por las complejas aguas de la poesía por las que él navega con tanta elegancia. 

¿Que a cuento de qué todo esto, querido lector? Porque no creo en eso de que a los buenos amigos no hay que decirles nada porque ya lo saben; porque creo que nunca es mal momento para regar una amistad con sentidas palabras de agradecimiento; porque, sencillamente, me apetecía decirle a mi amigo José María en cuánta estima lo tengo.

Y a su mujer, María, también.

lunes, 9 de junio de 2008

Lecturas al dia: 'Trago amargo'


Título: Trago amargo
Autor: F. G. Haghenbeck
Editorial: Joaquín Mortiz
Páginas: 140
Año: 2006

Casi dos semanas sin escribir. ¿Qué le vamos a hacer? La vida, que está muy “achuchá”. Pero eso sí, vuelvo al blog por la puerta grande, con un libro de los que te dejan un buen sabor de boca que no te lo quitan diez que te leas después. Aunque esta vez creo que estoy de suerte, y que otros dos que estoy leyendo actualmente supondrán una dura competencia.

Cócteles, cine, y México. Ésos son los tres ingredientes básicos de esta novela de Francisco Haghenbeck (Ciudad de México, 1965), bien aliñados con buena literatura y servidos con un impecable pulso narrativo. Se lee de un sorbo, y si se hace saboreando uno de los muchos cócteles que se mencionan en sus páginas, tanto mejor. Yo lo hice con una demoledora serie de Dry Martinis, aunque, con el permiso de Haghenbeck, obvié su receta en favor de la de don Luis (Buñuel, of course), en la que el vermouth queda relegado a un agradable sueño impregnado en el hielo a favor de la ginebra.

Cada capítulo se abre con la receta de un cóctel diferente, y con un par de párrafos sobre su origen y aquellos personajes legendarios que ayudaron a popularizarlo. A continuación, prosigue la historia.

¿Que a santo de qué tanto alcohol en una novela? Bueno, teniendo en cuenta que entre sus protagonistas figuran el director John Houston, los actores Richard Burton y Elizabeth Taylor, y ese todoterreno de Coahuila que fue Emilio “el Indio” Fernández, está claro que no valían mojigatonerías. Éstos, claro, además del personaje principal, un detective de estrellas al que le encargan que vigile a esta troupe mientras se rueda en Puerto Vallarta La noche de la iguana, esa obra maestra de la desesperación humana en la que Sue Lyon estaba más Lolita que en Lolita.

Para facilitar la cosa, Houston regala a cada uno de los miembros del equipo un revolver de plata con balas a juego. La trama está servida. No tardarán en aparecer un par de muertos con sendos proyectiles del preciado elemento.

La novela fue ganadora del Premio Nacional “Una vuelta de tuerca” en México, en 2006, y basta sumergirse en sus páginas para darse cuenta de que merecería muchos más. Su autor recuerda que descubrió a Raymond Chandler a los 25 y se leyó todas sus novelas en un mes, para pasar a continuación a toda la serie de Belascoaran Shyne, de Paco Ignacio Taibo II. En el libro, Haghenbeck combina esas influencias con el cine más autodestructivo de Houston y Sam Peckinpah, ofreciendo así una placentera tarde de lectura sin concesiones a los refinamientos intelectuales ni a las cursilerías literarias. La suya es una narrativa directa y efectiva, que entretiene y afecta al lector, aunque no busque con ella alborotar conciencias para propiciar una revuelta social en el mundo moderno.

Eso se lo deja Haghenbeck a los abstemios. El autor prefiere quedarse con las puestas de sol de Puerto Vallarta saboreando un Gimlet o un Margarita; y un servidor, también.