jueves, 14 de agosto de 2008

Adios, farewell, chao, aufidersen, goodbye...!!! (Que me voy, vamos)

Escribo este post apurando los últimos minutos en la redacción antes de dar el portazo de salida y afrontar unas más que ansiadas vacaciones. La verdad es que esta despedida temporal debería ser algo más brillante, pero una mañana de trabajo por triplicado me ha dejado seco de ingenio y ganas.

Mañana me voy a Almendralejo, Badajoz, a ver a mi buen amigo Juanito y a comer como Dios manda (espero) en esa Extremadura linda y bonita. Y al día siguiente, sábado, Marta y yo agarramos la maleta, las bolsas, las toallas, la cremita, la gorra, el portátil, la DS, los libros ("ése no, que ya lo acabé"), la guitarra, las palitas, las pelotas... y pito del sereno de mi barrio, y nos vamos para la playa. Dos semanas de paz y sosiego en Islantilla, Huelva, para descansar y refrescar ideas.

Mira que yo siempre he sido más cabra que mero, qui'sir, más de tierra que de mar, pero oye, tiene algo eso de pasear por la playa, de perder la mirada en la inmensidad de esos dos azules que se funden en el horizonte, que me resulta harto inspirador (uy, "harto", niño, que cursi). Es verdad, perdón.

Pues eso.

Como decía, no me gustan nada estas despedidas -ni estos post- en plan "voy a contaros lo que voy a hacer porque os debe interesar mucho", así que, si esta tarde puedo, igual preparo otro más en condiciones. Pero por ahora, es lo que hay.

Señoras y señores, hasta más ver.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Canciones con historia: 'The cool cool river'

Nueva entrega de la serie Canciones con historia en la web digital Efe Eme. En esta ocasión se trata de un tema de Paul Simon que ya publiqué en los primeros días de actividad de este blog.

Esta semana, Javier Márquez nos aproxima a "The cool cool river", un tema olvidado de Paul Simon firmado en 1990, cuando buscó inspiración en Sudamérica.

Pues eso, que quien tenga curiosidad, que pinche en la imagen.

Entre Copas: El cadillac de Pancho Villa

Se habla hoy de beber un Margarita y suena a cóctel de dama. Más bien, de treinteañera larga a cuarentona corta que sale a pasar una noche loca con su grupo de amigas. La tele, como siempre, que nos pervierte, y ahí que vemos a las protagonistas de Sexo en Nueva York degustando su Margarita de rigor cuando se cansan de pedir el Manhattan.

Pero mucho antes de eso, en los días felices en los que la tele no existía o, como mucho, pasaban I love Lucy, Los Intocables o The Dean Martin & Jerry Lewis Colgate Comedy Hour, antes, decía, el Margarita tenía otra connotaciones. Los destellos verdes del brebaje llevaban (aún hoy lo consiguen con algunos aún no infectados por el virus de la modernidad) hasta la costa de México, a lugares como Puerto Vallarta o Acapulco, donde uno podría encontrarse en cualquier esquina con Robert Mitchum o Glenn Ford siguiendo la pista a alguna valiosa pieza robada o a una de esas mujeres fatales que acababan contándoles siempre la vida a cuantos se cruzaban en su camino.

Como la propio tierra de México, como su historia y su gente, el Margarita bien preparado es un trago de dos extremos. Tiene un primer impacto dulce y un tiro de gracia amargo. Es uno de los pocos cócteles que soporta la presentación en copa ancha o vaso corto, del mismo modo que puede ir decorado hasta rozar el horterismo o apostar por una más apropiada austeridad.

Su preparación es tan sencilla como caer seducido por cualquiera de la dos mil canciones que compusiera José Alfredo Jiménez (si es cantada por él o por don Antonio Aguilar, tanto mejor). En una coctelera bien servida de hielo se agrega, a partes iguales, Tequila blanco, Cointreau o Triple Seco y jugo de limón o lima. Agitamos el compendio pensando en alguna playa de la costa oeste, teñida de rojo al hundirse el sol en el pacífico, y servimos en una copa con los bordes humedecidos en limón e impregnados con un poco de sal. Lo del adorno con una rodaja de lima o incluir un toque de azúcar es asunto tan personal como el tipo interior: aparentemente sin importancia pero que puede fastidiarte o salvarte el día.

Sobre el origen del cóctel Margarita se han contado muchas historias. Hay quien dice que nació en Ciudad Juárez el primer día de 1926. Una clienta pidió al cantinero del Tommy´s Place que le preparara una Magnolia. El barman sabía que aquel combinado llevaba Cointreau, zumo y algo más… así que decidió improvisar y agregarle un toque de su tequila favorito. También se cuenta que fue Danny Herrera, un conocido barman mexicano, quien en 1938, en la ciudad de Rosarito, quiso cortejar a una corista y actriz estadounidense de nombre Marjorie King. Le dio cuerpo a la ya mencionada receta y la bautizó “Margarita” como una castellanización del nombre de la chica. Claro que existe un sobrenombre de este cóctel que lleva a pensar que es anterior: “el Cadillac (de Pancho Villa)”.

Existen más especulaciones sobre el origen de esta bebida, pero para ser fieles al espíritu del Margarita, me las guardo, porque éste es un tiro más bien silencioso, que levanta espíritus y redime corazones. Y para que el preparado cumpla su cometido de la mejor manera, se le puede ayudar pinchando de fondo la melancólica banda sonora de la película de Peckinpah Pat Garrett & Billy the Kid, firmada por Bob Dylan.

lunes, 11 de agosto de 2008

Amor de autor (un humilde agradecimiento)

No puedo evitar que se me caiga la baba cada vez que encuentro nuevos comentarios y críticas sobre alguno de mis libros. Y no es por aquello de "si es que soy la pera", palabra. Actualmente siento como si mis libros tuviesen vida propia, como si se hubiesen escrito por sí mismos, y yo fuese solo el padre que puso la "semilla".

Y de entre todos, es sin duda el libro del Rat Pack el que no deja de sorprenderme. Continuamente encuentro nuevos comentarios en blog personales, foros literarios e incluso medios especializados que, por suerte, no son sino alabanzas y flores con las que animan a otros lectores a lanzarse al disfrute del volumen. Eso, como podéis imaginar, es el mayor placer que puede disfrutar ningún autor: saber que tu libro gusta hasta el extremo de que quien lo ha leído lo recomienda. Más aún, gente que reconoce que antes no había escuchado discos de Sammy o visto películas de Dean, y que tras la lectura se ha animado a buscar el material. Es maravilloso.

Todo esto viene a cuento de que, en el blog Best Seller Español me he topado con esta reseña. Ojalá fuese un best seller, jejeje. Aunque, ¿quién sabe? Las dos primeras ediciones fueron algo más de cinco mil ejemplares y la tercera ya está en la calle...

En cualquier caso, muchas gracias a todos los buenos amigos que habéis ayudado a que los libros de este humilde junta palabras se den a conocer entre otros posibles lectores. De corazón.

Lecturas al día: Everybody Kills Somebody Sometime

Título: Everybody Kills Somebody Sometime (Rat Pack Mysteries)
Autor: Robert J. Randisi
Editorial: St. Martin's Minotaur
Año: 2006
Páginas: 288

Un fin de semana de paz y tranquilidad nunca viene mal. El pasado, además de eso, ha resultado muy productivo, pues pude dar un buen adelanto en mi organización de películas (ya voy por las mil seiscientas y pico), aclaré bastantes ideas respecto a la nueva novela que quiero empezar a escribir en septiembre y terminé de leer el libro que tenía entre manos. Vamos con esto último.

Las Vegas, 1960. Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Peter Lawford y una decena de actores/vividores más se dan cita en la ciudad del pecado para rodar la película Ocean's Eleven. Por las noches ofrecen divertidos espectáculos en el Hotel Sands, a los que les siguen juergas apoteósicas. Pero toda esa diversión se ve alterada cuando Dean Martin empieza a recibir notas amenazadoras. Sinatra no quiere a la prensa encima, así que en lugar de denunciar el hecho a la policía, le encarga a un "tipo para todo" del Sands, Eddie Gianelli, que investigue el asunto. Entonces, empiezan las muertes...

Robert J. Randisi es un veterano autor de novelas policíacas, con varias series en marcha protagonizadas por distintos personajes. Pero ninguna ha sido tan popular como la que comenzó con este Todo el mundo mata a alguien alguna vez, en clara alusión a aquel Todo el mundo ama a alguien, que cantaba Dino. En la línea de este tipo de obras, el libro está escrito de manera correcta y sencilla, para deparar una lectura fácil y agradable. Capítulos cortos con las descripciones justas y mucho diálogo. Randisi no es Faulkner, está claro, pero es que no quiere serlo. La novela resulta muy entretenida, capaz de captar la magia y el encanto de aquellos tipos y su ambiente.

En los últimos años se está poniendo de moda escribir libros que toman de base personajes y situaciones reales para fundirlos con tramas ficticias. Un servidor, de hecho, ha recurrido a ese planteamiento para su libro en corrección, y así tiene previsto también para el siguiente. ¿Que por qué? Pues no sé. Supongo que eso le da un encanto especial a la lectura. Al menos a mí, como lector, me agrada bastante.

Quien disfrute con las novelas policíacas pasará un buen rato con este libro que, por ahora, sólo está disponible en inglés en el mercado internacional. Además, un inglés de California, nada de "londón". Eso viene a ser como si un "sevillanista" escribiese tal que habla, así que, además del inglés de COU o de academia, hace falta algo de sentido común, instinto y mucho cine V.O.S. para pillar bien el libro. Claro que, por otro lado, ese inglés barriobajero es también otro de sus encantos.

viernes, 8 de agosto de 2008

Quiero la cabeza de Alfredo García


Anoche, después de poner el mando a distancia de todas las maneras posibles, como cada noche, acabé viendo un película en dvd. Es tal la repulsión que le estoy cogiendo a "nuestra pantalla amiga", que ya incluso cuando veo que ponen una película interesante, de éstas que dices "vaya, sí que tenía curiosidad por verla", pues voy y la busco en... otros medios, porque no hay quien soporte tanta publicidad (y encima, tan mal insertada).

Pero bueno, que el tema no es ése. El tema es Alfredo García. Sí, ayer volví a verla. Mi nuevo clásico. Decía unos post atrás que revisitaba a menudo El Dorado, de Howard Hawks, desde que era niño. Pues bien, algo así me viene ocurriendo desde hace unos años con dos películas: Ciudad dorada, de John Houston (ésa, para otro post), y Quiero la cabeza de Alfredo García, de Sam Peckinpah.

¡Qué película tan dura, tan amarga! La historia que se cuenta es ruda, pero aún más dramática resulta la que se esconde más allá de esas imágenes. Quiero la cabeza de Alfredo García narra los intentos desesperados de Benny, un desdichado estadounidense en el norte de México por una recompensa. Alguien ha puesto precio a la vida de un hombre, Alfredo García, y el protagonista se entera de que ya está muerto; sólo tiene que hacerse con su cabeza como prueba. En el intento se le presentarán numerosos obstáculos, barreras que no hacen sino enloquecerlo aún más por lograr su objetivo.

Mucho más allá que Grupo salvaje, no cabe duda de que Quiero la cabeza de Alfredo García es la más "peckinpahniana" de todas las películas que dirigiera ese loco magistral que fue Sam Peckinpah. Sólo en esta película tuvo control absoluto sobre el guión, los actores y el montaje. Nunca antes, nunca después. Sin duda es por esa razón que se trata de su obra más personal, su película más violenta y la más romántica.

Porque, de hecho, el protagonista es él. Cuentan sus colaboradores que no llegó a darse cuenta de que el actor protagonista, ese maravilloso Warren Oates en verdadero estado de gracia, se vestía como Peckinpah, gafas oscuras incluidas, y llegaba a imitar alguno de sus gestos. Y es que la búsqueda desesperada, a cualquier precio, de la cabeza de Alfredo García, no es sino un reflejo de la necesidad de Peckinpah por ver terminado su trabajo, su obra, su película.

Por aquel entonces, 1974, el consumo de alcohol por parte de Peckinpah había empezado ya a afectar a su salud de manera evidente. Atrás quedaba el colérico realizador que echaba a los productores del set revólver en mano o que, cuando una escena se empeñaba en salir mal, se orinaba en la cámara. Ahora Peckinpah luchaba contra sus demonios internos con una ferocidad que estaba costándole la vida.

De ese estado anímico surgió una obra maestra difícil de ver y aún más compleja de comprender. Pero merece la pena el intento. Aunque sólo sea por deleitarse con la fotografía, con los tugurios y puebluchos retratados, por disfrutar con las actuaciones, de Oates, de Kristofferson o del "Indio" Fernández.

Rompedora, sangrante, adictiva. Me gusta. La adoro. Bring me the head of Alfredo García...



jueves, 7 de agosto de 2008

Canciones con historia: Me and Bobby McGee

Después de quedarme sacudirme todo el mal karma con el post anterior, aquí os dejo uno más agradable. La revista digital Efe Eme empieza a editar esta semana una sección firmada por un servidor, Canciones con historia, en la que me dedicaré, básicamente, a lo mismo que hago de vez en cuando en este blog: seleccionar canciones que cuentan historias emocionantes que a la mayor aprte de la gente le pasan de largo por aqullo del idioma. Unas cuantas pinceladas sobre su composición y su autor, el texto traducido y su vídeo correspondiente. Podéis acceder directamente pinchando en la imagen. Así se presenta la nueva sección en la revista:

Arranca esta nueva sección, firmada por Javier Márquez y dedicada a desvelar las historias que se esconden detrás de grandes o pequeñas canciones, con un clásico incuestionable, Me and Bobby McGee, escrita en 1969 por Kris Kristofferson con ayuda de Fred Foster y popularizada en la voz de Janis Joplin.

Incultura galopante (a pedradas con el pasado)

Es asombroso observar lo absurda, mojigata, falsa y demencial que puede llegar a ser esta sociedad tan moderna en la que nos ha tocado doblar el espinazo. Esta mañana, revisando como de costumbre la web musical Efe Eme, me encuentro con la noticia de que Paul McCartney y Ringo Starr han decidido impedir la edición del documental Let it be.

Para quien no lo conozca, se trata de una fantástica película dirigida en 1970 (y estrenada por esas fechas) por Michael Lindsay-Hogg, que acabó convirtiéndose en la amarga crónica de la separación del grupo. Es realmente asombroso cómo puede uno asistir al derrumbe de una amistad y una relación profesional que había logrado crear la que probablemente sea la obra musical más perdurable e influyente del siglo XX.

A lo largo del metraje puede verse a la banda discutiendo, criticando Paul a George por su manera de tocar la guitarra, y Lennon mareando la perdiz, más interesado por tontear con Yoko Ono que por trabajar con sus amigos. Aunque no todo es malo, por supuesto. Las cámaras meten al espectador en el estudio de grabación, y podemos ver a “los cuatro fantásticos” creando música de la nada; y eso es algo maravilloso. Por no hablar, claro, del famoso concierto en la azotea, la última actuación en directo de los Beatles, tan atípica como cabría esperar de ellos.

Pues bien, después de que se haya proyectado en cine mil veces y de que se editase en su día en vhs, ahora, cuando se preparaba una edición conmemorativa, resulta que los dos Beatles vivos no quieren que se lance. Una fuente cercana a ellos ha dicho: “Los Beatles siguen siendo una marca global masiva y no se la ayudaría si el público ve la cara más oscura de la historia. Ni Paul ni Ringo se sentirían cómodos publicando una película que muestra a los Beatles perdiendo los nervios. A la gente le gusta imaginarse que los Beatles era una nave feliz, pero la realidad, al final, era muy diferente, como muestra la película. Hay toda clase de material que muestra más disputas, pero es improbable que vea la luz en vida de Paul y Ringo”.

Es absurdo. Todo el mundo sabe cómo acabó la historia. Todos saben qué hizo Paul, qué hizo John y qué Yoko Ono. ¿Qué consiguen con no permitir el documental? ¡Pero si ya se ha visto! Pues no. Dicen que la gente estima demasiado a los Beatles como para ponerla ante la tesitura de verlos en tan dramática situación. Resumiendo, que mejor seguir sacando material alegre del grupo, que parece que no, anima más a seguir comprando. Pero, ¿no os habéis enterado? ¡¡Que ya se ha visto el documental!!

Calla, tú, que el que no se ha enterado soy yo. Que Paul y Ringo, siempre tan jóevenes, no andan muy desencaminados. Ellos son muy conscientes de que en la sociedad en la que vivimos, tan moderna y digitalizada, todo lo que tiene más de dos años ya es historia arcaica. Teniendo en cuenta los consumidores habituales de cine y dvd, ¿cuántos habrá visto un documental de hace casi cuarenta años? ¡Eso no lo pasan por la Mtv! Joer, eso ya no lo pasan ni por TVE.

Pues nada, a dulcificar la historia y a hacer pensar que los Beatles se separaron por un exceso de amor. Total, le vendan lo que le vendan al gran público, seguro que se lo come con papas. Es lo peligroso de la falta de cultura, que por extensión lleva a la falta de interés y al “aborregamiento”: puedes hacer que la gente crea y piense lo que te dé la gana. ¿Qué no?

Echadle un vistazo al documental Jesus Camp: Soldado de Dios. Te hiela la sangre. Estuvo nominado al Oscar. Es un excelente trabajo sobre cómo los cristianos más radicales educan a sus hijos en determinadas regiones de Estados Unidos. “La ciencia no puede explicar nada -le dice una madre a su hijo- ¿Quién es ese Darwin?”. De verdad, ésa sí que es una película de miedo.

Así que arreglamos la realidad a nuestro antojo. Cogemos el pasado y lo adaptamos, siempre por el bien común. Si alguien os hablara de responsables políticos y culturales pintándole un bikini a la maja desnuda… Suena a algo que sólo pasaría años atrás, ¿verdad? Pues echadle un vistazo a esta divertida foto del Frank, Dean y Sammy.

¿Algo raro? Nada, ¿verdad? Pues la susodicha, además de portada de mi libro (ejem), se usó para el lanzamiento de un cd/dvd del trío en directo. Pero, ¡rayos!, en esa ocasión desaparecieron los cigarrillos. Como lo cuento. Los eliminaron digitalmente, por aquello de que fumar es malo y no hay que dar mal ejemplo. Pero lo mejor viene ahora, recientemente ha vuelto a plantearse la idea que ya se barajó tiempo atrás. Usar esa misma tecnología para eliminar los cigarros de las manos de Bogar, Wayne y tantos otros clásicos. De la bebida no he oído nada, pero supongo que será fácil convertir el whisky en leche.

Eso de que hay que saber de dónde se viene para saber adónde se va es algo que ha debido caer en el olvido. Y como el pasado no vende y nos importa un rábano (como digo, para la mayoría el pasado empieza en 2007 y acaba en 2005), pues hacemos con él lo que nos viene en gana.

Pues nada, ancha es Castilla. Además, si el ser humano es una especie dura. Ya ha pasado por situaciones parecidas -lo de la incultura galopante, digo- y siempre lo ha superado. Una guerra mundial, unas cuantas dictaduras del pueblo, y vuelta a empezar.

Estupendo.

lunes, 4 de agosto de 2008

Entre copas: el Dry Martini

Se dice de él que te perfora el cerebro como una bala, y dado su elegante reflejo en la copa, nada mejor que apodar a este cóctel "la bala de plata". El Dry Martini es una de las grandes aportaciones de los Estados Unidos a la Humanidad, a la altura del jazz de Louis Armstrong, los cuadros de Jackson Pollock o las películas de John Ford. Y como toda leyenda que se precie, su origen es motivo de debate.

Varias historias aspiran a ser el verdadero germen de este brebaje divino. Hay quien dice que ocurrió a finales del siglo XIX, cuando un minero tuvo afrontar un viaje en Ferry desde el pueblo de Martínez hasta la ciudad de San Fransisco. Muerto de miedo, buscó valor en el alcohol, pero los pocos centavos que tenía solo pudieron comprar una ginebra de tan mala calidad que optó por tapar el mar sabor con unas gotas de bermú. Otros aseguran que el responsable del ingenio es el inmigrante italiano Martini di Taggia, camarero del bar del hotel Knickerbocker de Nueva York, durante los primeros años del siglo XX. También hay quien se lo atribuye a un barman de la Hoffman House de Nueva York, hacia 1880. Dónde, cuándo, quién...

"Cuando bebo mi primer martini, me siento más grande, más sabio y más alto -dijo
William Faulker-. Cuando bebo el segundo, me siento superlativo. Cuando me tomo alguno más, ya nada puede detenerme". Eso es lo malo del Martini, que cuando está bien preparado, la lengua se calienta rápido. ¡Pero qué deliciosa sumisión!

El rey de los cócteles, el más elegante y señorial, el de mayor lista de ilustres incondicionales, tiene una receta que de sencilla, resulta harto complicada. La proporción inicial de 3/10 de vermú y 7/10 de ginebra fue mermando con los años y las modas, en detrimento siempre de la primera. Actualmente, lo habitual es recomendar 1/10 de vermú seco (Martini extraseco va de perlas), 9/10 de ginebra (ese evocador cielo azul de la divina Bombay) y la aceituna de rigor.

Con esos ingredientes, llega lo más importante: la pasión que se ponga al agitar el combinado, el buen gusto que se desprenda al preparar el ambiente propicio para paladearlo... Porque, eso sí, por favor, tengamos un poco de respeto y estilo: las copas son las que son, no vale una ginebra a 3 euros la botella, y desde luego, ningún Martini sabrá como debe saber si no se disfruta mientras se escucha algo de buen jazz, viendo una película en glorioso blanco y negro o intentando seducir a una mujer bonita (preferiblemente, la nuestra).

Pero, como digo, esa receta es lo habitual. Para los atrevidos, os recomiendo la receta que dejó escrita en sus memorias don Luis Buñuel, un maestro no sólo cinematográfico sino también en el arte de saber beber. Don Luis dejaba que el vermú impregnase el hielo seco junto a unas gotas de angostura, para después tirar el líquido y rellenar el vaso mezclador con ginebra pura... Demoledor. Ahí va esa receta que, puedo aseguraros, crea una irresistible adicción:

En un bar, para inducir y mantener el ensueño, hay que tomar gin inglés. Mi bebida preferida es el Dry Martini. Dado el papel primordial que ha desempeñado el Dry Martini en esta vida que estoy contando, debo consagrarle una o dos páginas (…) Básicamente se compone de gin y unas gotas de vermouth, preferentemente ‘Noilly-Prat’. Permítaseme dar mi fórmula personal, fruto de larga experiencia, con la que siempre obtengo un éxito bastante halagüeño. Pongo en la heladera todo lo necesario, copas, ginebra y coctelera, la víspera del día en que espero invitados. Tengo un termómetro que me permite comprobar que el hielo está a unos veinte grados bajo cero. Al día siguiente, cuando llegan los amigos saco todo lo que necesito. Primeramente, sobre el hielo bien duro echo unas gotas de vermouth y media cucharadita de Angostura, lo agito bien y tiro el líquido, conservando únicamente el hielo que ha quedado, levemente perfumado por los dos ingredientes. Sobre ese hielo vierto el gin puro, agito y sirvo. Esto es todo, y resulta insuperable.

Cómo lo sabe usted, don Luis.

viernes, 1 de agosto de 2008

Publicación: Cowboy, un héroe de celuloide

Tal y como adelantaba unos días atrás, tenía algo bueno que anunciar, algo que, por cierto, me ha hecho mucha ilusión. En el número de agosto de la revista La aventura de la historia podréis encontrar un reportaje de cuatro páginas firmado por un servidor que lleva por título Cowboy, un héroe de celuloide. Así lo anuncian en la web de la revista:

Mitificado en la gran pantalla, el vaquero de EE UU surgió en la segunda mitad del siglo XIX ante la necesidad de conducir el ganado de Texas a los mataderos de Chicago. El periodista Javier Márquez separa la leyenda de la historia para trazar el perfil de este extraordinario oficio de adolescentes, donde cabían blancos, negros, mujeres y mexicanos.

Después de ser lector asiduo de esta cabecera durante muchos años, ni que decir tiene que me siento muy feliz y orgullosos de colaborar en sus páginas. Al parecer, el artículo en cuestión les ha agradado bastante, y ya hemos hablado acerca de futuras publicaciones.

¡Genial! Por fin. A ver si ya puedo quitarme ese sambenito de "biógrafo musical". Que sí, que vale, que es lo que he hecho hasta el momento en buena medida. Pero oye, que va a ser verdad eso de que encasillarse es un fastidio... jejeje