Pues sí, señor, Simon Templar... El Santo (suena de fondo la simpática sintonía de la serie). Y de entre todos los 'Santos' prefiero ser Roger Moore, que es el que le gustaba a mi madre, y que tenía un alzado de ceja izquierda que quitaba el sentido. George Sanders estaba genial en aquellas primeras películas, mucho mejor que Val Kilmer en los noventa. Y de Ian Ogilvie, el Santo de los setenta, ya no se acuerda nadie. Así que, eso, yo me quedo con el de Moore.
¿Y que por qué quiero ser hoy Simon Templar? Pues está bien claro. Porque en vista de la fecha, tengo dos opciones: sentirme heredero espiritual de San Francisco Javier, aquel señor que evangelizó incansablemente la India y el Japón durante diez años, convirtió a muchos a la fe crisiana, apostólica y romana, y murió en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China, en el año de nuestro Señor de 1552; o bien sacar pecho, levantar ceja y ladear sonrisa, y sentirme en sintonía con ese otro Santo, moderno Robin Hood televisivo, que tomaba como alias los nombres de todos los santos habidos y por haber. Y es que, puestos a desear, a mí, la verdad, me va más lo de recorrer la campiña inglesa en autos descapotables, asistir a fiestas de socidad con black tie riguroso, y ayudar a hermosas, voluptuosas y rubiosas damiselas en apuros. Que lo de evangelizar no está mal, pero ir de Roger Moore lampiño por la vida está mucho mejor, ¿o no? Pues eso.
Pero en fin, como ya sabéis que uno es un romántico incurable, de esos que llora cada vez que los exiliados franceses cantan La Marsellesa en una de esas escenas cumbre de Casablanca, me voy a hacer un regalo especial para este día de mi santo, unas Mañanitas cantadas por Pedrito Fernández, que era un niño mexicano que cantaba un poco de todo, y que hará... pues como veinticinco años o así que no escucho.
Pedrito Fernández, inevitablemente, me devuelve a aquellos domingos de infancia en los que mis abuelos maternos -un fin de semana con uno, un fin de semana con otros- me recogían para ir a dar un paseo en coche y a comer en la venta de las Macetas o del Sombrero. Una ración de jamón para abrir boca, algo contundente de relleno y una tarta al whisky para mi abuelo. Mi abuela y yo, helado.
¡Y no sonaba bien Pedrito Fernández en la radio del Chrysler blanco! A simple vista uno diría que era un coche como otro cualquiera, muy acogedor además, con todos los cojines que tenían mis abuelos en el asiento de atrás y las varias tapicerías y fundas para que no se estropease la anterior... Pero no, bien pensado, el Chrysler era una tanqueta. ¡Pues no resoplaba nada mi abuelo cada vez que hacía maniobras para aparcar, mientras giraba el volante como podía! Lo que digo, una tanqueta.
Ay, Simon Templar de mis entretelas, quién pudiera volver a salir de paseo los domingos a la venta del Sombrero. Con mis abuelos, Pedrito Fernández y en el Chrysler blanco.
¿Y que por qué quiero ser hoy Simon Templar? Pues está bien claro. Porque en vista de la fecha, tengo dos opciones: sentirme heredero espiritual de San Francisco Javier, aquel señor que evangelizó incansablemente la India y el Japón durante diez años, convirtió a muchos a la fe crisiana, apostólica y romana, y murió en la isla de Sanchón Sancián, a las puertas de China, en el año de nuestro Señor de 1552; o bien sacar pecho, levantar ceja y ladear sonrisa, y sentirme en sintonía con ese otro Santo, moderno Robin Hood televisivo, que tomaba como alias los nombres de todos los santos habidos y por haber. Y es que, puestos a desear, a mí, la verdad, me va más lo de recorrer la campiña inglesa en autos descapotables, asistir a fiestas de socidad con black tie riguroso, y ayudar a hermosas, voluptuosas y rubiosas damiselas en apuros. Que lo de evangelizar no está mal, pero ir de Roger Moore lampiño por la vida está mucho mejor, ¿o no? Pues eso.
Pero en fin, como ya sabéis que uno es un romántico incurable, de esos que llora cada vez que los exiliados franceses cantan La Marsellesa en una de esas escenas cumbre de Casablanca, me voy a hacer un regalo especial para este día de mi santo, unas Mañanitas cantadas por Pedrito Fernández, que era un niño mexicano que cantaba un poco de todo, y que hará... pues como veinticinco años o así que no escucho.
Pedrito Fernández, inevitablemente, me devuelve a aquellos domingos de infancia en los que mis abuelos maternos -un fin de semana con uno, un fin de semana con otros- me recogían para ir a dar un paseo en coche y a comer en la venta de las Macetas o del Sombrero. Una ración de jamón para abrir boca, algo contundente de relleno y una tarta al whisky para mi abuelo. Mi abuela y yo, helado.
¡Y no sonaba bien Pedrito Fernández en la radio del Chrysler blanco! A simple vista uno diría que era un coche como otro cualquiera, muy acogedor además, con todos los cojines que tenían mis abuelos en el asiento de atrás y las varias tapicerías y fundas para que no se estropease la anterior... Pero no, bien pensado, el Chrysler era una tanqueta. ¡Pues no resoplaba nada mi abuelo cada vez que hacía maniobras para aparcar, mientras giraba el volante como podía! Lo que digo, una tanqueta.
Ay, Simon Templar de mis entretelas, quién pudiera volver a salir de paseo los domingos a la venta del Sombrero. Con mis abuelos, Pedrito Fernández y en el Chrysler blanco.
7 comentarios:
Yo no soy "rubiosa" ni voluptuosa, pero he subido en el Chrysler blanco. No he escuchado a Pedrito Fernández pero he conocido a todos tus abuelos. No he comido ningún domingo en la venta del Sombrero pero reconozco que te iría al pelo el papel Simon Templar, de Roger Moore por supuesto.
Muchas felicidades Javi, por hoy y por el resto de los treinta "3 de diciembre" que has vivido en feliz compañía de todos los que ahora recuerdas con post tan bellos como este.
Qué bonito, Sempi... Muchas gracias
¡Muchas felicidades amigo Javi!
Pues felicidades (mutuas, por cierto) y yo también prefiero a Roger Moore.
(y aquella corta serie con Tony Curtis...)
Ayyyyyyyy que hay que felicitar al "muxaxo"!!!
Pos nada,muchas felicidades y que vivamos juntos muchas felicidades más como esta.
Y para Paco claro, que tambié le pilla!n
Felicidades, aunque con unas horas de retraso, ainsss!!!
Mmm, Roger Moore, eh?? Miralo él que picarón!! Con rubias incluidas y todo!!! SEMPITERNAAAAAAA, dile algoooo, jajajjajajajaja.
Ojala haya sido un día muy especial para ti, aunque no tuvieras el Chrysler blanco.
Un beso enorme, Javier!!!
Muchas gracias a todos, amigos...
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