viernes, 10 de octubre de 2008

Salvemos la fantasía, la imaginación, la inocencia...

Estoy de acuerdo con cualquier movimiento que tenga por fin salvar algo, ya sean las ballenas, la capa de ozono, la ciudad perdida de Cecil B. DeMille o la cultura de los bares. Pero por encima de esas y otras cruzadas, hay una con la que estoy especialmente solidarizado: la lucha por salvar la fantasía.
Tal vez más de un lector cierre este blog con gesto retorcido tras leer algunas de mis reflexiones, pensando cosas del tipo "¡menudo carca reaccionario y coñazo!" Pues vale. Mejor suerte con su próxima elección. Digo esto, porque reconozco que puede sonar a comentario de abuelo Cebolleta si digo que me asombra y me entristece ver por la calle a niños y niñas -ojo, "niños y niñas", nada de preadolescentes ni otras chorradas de psicología snobista-, ver a chavales, decía, con doce, once o diez años comportándose como si tuviesen quince o dieciséis. Las niñas, maquilladas al detalle y luciendo unas faldas y unos escotes que, por obstinación de la Naturaleza, aún no tienen nada que resaltar. Y ellos, bueno, ellos más chulos y machotes que John Wayne un 4 de julio.

Será también, claro, que uno se empeñó en ser niño lo más que pudo. Aún hoy, con treinta años, mi padre todavía se lleva las manos a la cabeza cada vez que le cuento que me he comprado una figura de edición coleccionista de James Bond, la caja completa de la serie V o la réplica de un sable láser de La guerra de las galaxias (sí, ya, que uno es muy frikie). A mí me ponen en la tele El Equipo A o El gran héroe americano (gracias por esa camiseta molona a Ana, Noe y Pablo), y soy más feliz que una perdiz. Y ni que decir tiene que cuando llego a casa de algún familiar o amigos con niños pequeños, que anden con sus juguetes de rigor, me tiro lanzado a echar un rato con ellos. ¡Pero si paso por delante del Toys'r'Us y mi mujer me tiene que agarrar del brazo para que no entre! Y no es que vaya a comprar nada, pero me encanta dar una vuelta y ver la cantidad y variedad de cosas que hay.

Que nadie piense que esto es algún complejo de infancia infeliz o algo por el estilo. En absoluto. A mí, como diría el otro, no me faltó ni el perejil. Tuve la suerte de ser un niño bastante mimadete. No es que chasqueara los dedos y consiguiese cualquier cosa, pero sí es cierto que antes o después, acababa cayendo (uno, que siempre fue un seductor.y picodeoro...).

Yo era mucho de muñecos, desde los Clicks de Playmobil y los Airgambois a, sobre todo, los Geyperman, los Madelman y, más tarde, los G.I. Joe. Y de coches, aviones, naves espaciales y demás vehículos... baste decir que mi dormitorio parecía más bien el parque móvil municipal.
Pero por encima de todo, creo que lo que no olvidaré nunca son las mil y una películas que nos montábamos mi hermano y yo jugando juntos. Otras veces con mis vecinos, o los vecinos de casa de mi abuela, o mis primos (esas bandas del perro y el Gato). Hoy éramos policías y ladrones, mañana sheriffs y atracadores de bancos, al día siguiente pilotos de aviones,o aventureros o... Un sencillo banco de madera que nos hizo mi padre, a la sazón cofre de las maravillas en el que guardábamos todos los juguetes, servía igual de pescante de diligencia que de carlinga de avión o de asiento de coche de carreras. El resto, lo ponía nuestra imaginación.

Lo que me ha empujado a escribir este tema es un comentario que hizo ayer una compañera. Hablábamos de Indiana Jones y ella explicó que su hijo estaba loco con el tema, y apuntó: "Es que mi hijo es muy crío. Fíjate que se pasa el día jugando en casa con una cuerda como si fuese un látigo, y no deja de leer el tebeo y de ver la peli. Y venga a tararear la música dando saltos... Yo le he dicho que ya es mayorcito para eso". Intrigado, le pregunté la edad. "Ocho años". Y no lo pude evitar. Imitando el tono más teatral del insigne Fernán Gómez en El viaje a ninguna parte, desde mi sitio le espeté: "¡Pero qué haces, insensata! Déjalo que juegue y salte y haga de una tela su armadura hasta que él mismo lo deje, y ojalá que no sea nunca". La compañera se ría. Muy agradable y educada que es ella. La pobre, recién llegada, habrá pensado: "menudo elemento debe estar hecho éste".

Pues sí, señorita, así es. ¡Qué alegría, por Dios! Saber que aún hay niños ¡y de ocho años! que no necesitan más que su imaginación para divertirse, y que gozan de la suficiente para crear sus propias aventuras, sin ayuda de consolas ni libros de rol ni tableros ni otras guías (ojo, no estoy contra nada de esto; únicamente lo desdeño cuando monopolizan el entretenimiento). Ojalá al chaval esa imaginación y las ganas de disfrutar de ella le duren mucho. Aunque ya digo que me dejó boquiabierto que la propia madre pida a un niño de ocho años "que crezca", entendiendo por esto que deje de jugar como lo que es, un niño, y empiece a comportarse como lo que no es, como algunos de su pandilla que, según ella nos contó, ya están enredados en que si les gusta Pepito o qué bien le queda el pantalón a Juanita...

Desde aquí, un manifiesto, una propuesta, un ruego: no matemos la infancia, ni la ilusión, ni la imaginación. Tenga uno seis años o sesenta, no hay nada más hermoso y saludable que poder seguir haciendo uso de esa facultad mágica, de ilusionarse cuando te hacen un regalo o cuando lo entregas, de disfrutar con una película como cuando eras un chaval. ¿No conocéis a gente que asegura que no existen los Reyes Magos, ni Papa Noel, ni el Ratoncito Pérez? ¡Evidente! ¿A gente que piensa de esa manera cómo van a llevarles regalos...?

Creo, sinceramente, que este mundo sería un poquito menos malo, más agradable, si todos conservásemos esa cualidad, ese don, que no es más que la gracia de esa inocencia de los niños que a algunos, espero que cada vez a más gente, nos sigue acompañando por más que cumplamos años.

Si al hacernos mayores nos empeñamos en dejar atrás la chispa infantil, ese toque de ilusión, el mundo, amigos, puede convertirse en un lugar mucho menos agradable:

12 comentarios:

Teo Palacios dijo...

Amén.

Si ya lo dijo todo ese visionario que era Michael Ende cuando escribió MOMO...

Javier Márquez Sánchez dijo...

Pues sí señor, lleva usted mucha razón...

Manuel García dijo...

Dígamelo a mí que tengo tres hijos y soy más infantil que ellos.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Buenas noches, Javier.
Te conocí en las Jornadas de Dos Hermanas del fin de semana pasado y acabo de acceder a tu blog a través del del José Ángel Muriel.
Me gusta este blog. Me verás mucho por aquí. :D
PD: Buenísima la foto del Gran Héroe Americano. :D

Anónimo dijo...

Por cierto, en la Lucha por Salvar la Fantasía me encontrarás siempre a tu lado. Faltaría más.

Javier Márquez Sánchez dijo...

Manuel, pues a seguir así, a ver si se les antoja a ellos también...

Do Francisco de Paula Pérez de la Parte, ¡¡bienvenido!! Será un placer tenerte por aquí y contar con tu apoyo en esa lucha por la Fantasía...

Pedro dijo...

Completamente de acuerdo con el manifiesto. Nos estamos cargando la etapa que más intensa y más feliz debería ser de toda nuestra vida. Tenemos que luchar contra ello y favorecer que en la infancia siga existiendo la fantasia, la ingenuidad, la alegría.

Javier Márquez Sánchez dijo...

Uno más para la causa. ¡Bienvenido, Pedro!

José Angel Muriel dijo...

Naturalmente, me sumo.

Por cierto, qué buena elección la última foto. Si lo piensas, ¿hoy nos dejarían ver a Superman bebiendo alcohol aunque fuera malo muy malo? ¿No somos cada vez más hipócritas socialmente hablando? ¿No es la hipocresía el mayor enemigo de la libre fantasía?

Javier Márquez Sánchez dijo...

Desde luego, José Ángel. La hipocresía, creo, es el mayor enemigo de cualquier cosa...

Clara dijo...

Viva la fantasía y todo lo que nos hace difrutar, soñar, vivir.
Viva la fantasía, pues sin ella seríamos seres sin esencia, caducos y aburridos.
Qué sería de nosotros sin los cuentos infantiles, los libros, las películas, las series, los universos (star wars -olé Chewbacca, mi modelo de vida después de Jesús- ejem, star trek, ars magica, superhéroes -olé con Hulka, que es la mejor; comics con superman, spiderman, x men, 4 fantásticos, etc., los manga), ¿y los anime? Los porno son horribles pero los fantásticos como el castillo ambulante, el viaje de shihiro... Qué hago yo sin la fantasía, sin soñar, sin el frikismo positivo en el que me hallo inmersa. Qué haría sin jugar al rol de tarde en tarde, sin ver mis series de Héroes, Smallville, Ulises 31 (y Médico de Familia)... Mi vida está llena de muchas cosas, pero una de ellas, en gran medida, es la fantasía. Gracias Pepe por abrirme los ojos a este gran universo.

Javier Márquez Sánchez dijo...

Di que sí, Clara: ¡Ponga un Pepe en su vida!