viernes, 14 de noviembre de 2008

15 N. Salvemos la vergüenza mundial

El sábado 15 de noviembre se reúnen los poderosos más poderosos en Washington para discutir la crisis financiera global y las formas de prevenir nuevas turbulencias. Se sabía desde hacía un mes. Y a la prensa, y a la gente, le ha venido preocupando si Zapatero acudiría o no, si la silla que le dejaría Sarcozy sería de cuero o de nea, si Bush hará de anfitrión con la obligada modestia del que se va o con la chulería ya clásica de su amigo Aznar.

De todas esas cosas y de muchas más se ha venido hablando a la espera de esa ansiada cumbre en la que no va a decidirse nada, a lo sumo, la cifra de miles de millones que se sacarán de debajo de las piedras para salvar la economía mundial.

Ay, Dios de mi vida, qué penita que me da esa economía mundial. Tan malita que está, con lo bueno que ha sido ella siempre. Pero por mal que esté, se salva. Oiga, y aquí pone dinero hasta el Titi.

¡Me cachis! Yo que quería hacer aquí un escrito rebosante de sarcasmo e ironía... y no va a poder ser. Me puede el cabreo y la desesperación. Y es que no escribo bien con el estómago revuelto, y me produce arcadas lo de la economía mundial y las reuniones de los G y de la madre que los parió.

¿Qué es eso de la economía mundial? A ver, lo pregunto porque a mí, diccionario en mano, me suena a que hablamos de la situación financiera de todo el planeta. Y sin embargo, me da a mí que cuando hablan —lo que pueden, a los que se escucha— de este tema, se refieren a la economía de occidente, Japón y poco más. Sí, como cuando hablamos de cómo los americanos dominan el mundo, y el pobre boliviano se acordará de doña María Moliner al ser consciente de que lo que queremos decir es estadounidense.

Pues eso, que la economía mundial iba como el culo hace ya muchos, muchos años. En África, en Asia, en Latinoamérica, se vienen muriendo de hambre desde hace décadas. Desde hace mucho, unas pocas voces reclaman ínfimas inversiones para desarrollar en esos lugares una mínima economía de subsistencia, una sanidad básica, una educación elemental. Y en esos casos, los gobiernos, esos que tienen la desvergüenza de convocarse con “G” mayúscula (me ahorro decir de qué es la inicial realmente), ésos, decía, van y destinan un porcentaje mísero, insultante, que no le llegaría a cualquiera de sus magnatarios ni para el tinto de unas Navidades en familia.

¡Ah! Pero ahora la economía está en crisis. pues nada, millones por aquí y millones por allá. Viagra financiero por un tubo, que hay que levantar la situación. Eso, claro, para quien tenga algo que levantar, que son, claro, los de siempre.

Al término de esta reunión, como de costumbre, estrecharán las manos, y como dijo aquél, cambiarán algo para que todo siga igual. Y cada uno de vuelta a su casa se animará a decir que la cosa está solucionada. Que con paciencia, sacrificio y una buena ayuda a ese capitalismo que nunca la quiere, la economía mundial volverá a estar fuerte en dos o tres años.

¡Ahí es donde quisiera estar yo! Para preguntarle al cachondo si eso significa realmente que la situación económica en “todo” el mundo estará bien, o sólo donde siempre lo estuvo.

Creo que nunca se vio tan claro cómo en manos de unos pocos —nosotros, los que podemos escribir y leer en internet— está la opción de ayudar a muchos o dejarlos a su suerte, que suele ser mala por lo general. Nunca antes se vio aflorar tantísimo dinero público, destinado a reflotar la economía propia. Al que no pueda, que le den flores.

Cuanta falacia, cuanta bajeza, cuanta hipocresía... cuanta política.

2 comentarios:

Clara dijo...

Divagas bien, querido amigo. Precisamente estoy estudiando, un poco más de cerca, la deuda externa y no creo haberme sorprendido del dolor que el conocimiento de la verdad me ha causado en mi corazón. Enriquecen la economía de los más ricos, y empobrecen, aún más, los de los pobres. A los países desarrollados le importan un comino los subdesarrollados, y saber que ellos mismos, las potencias mundiales y los países desarrollados, han sido los causentes de la pobreza inmensa en los otros países, ricos en recursos naturales que los ricos se llevan sin permiso o con permisos donados a través de engaños, dejando paupérrimos los países que ya son pobres, que no pueden pagarles a los ricos la deuda, pero siguen devolviéndoles ese dinero a pesar de que su población se muere de hambre.
¿Qué puedo hacer para cambiar esta situación? ¿Qué puedo hacer si algunos gobnernantes deberían estar en la cárcel? ¿Qué puedo hacer si se sigue repartiendo mal el dinero, fortalecen los bancos occidentales en esta crisis, y siguen permitiendo que el resto de los países se mueran de hambre, enfermedades y no tengan donde caerse muertos? ¿Qué puedo hacer? Sigo pensando porque no me puedo quedar con los brazos cruzados.

Javier Márquez Sánchez dijo...

Jolín, Clara, menudo comentario. Es más bien un tema propio. A eso lo llamo yo una reflexión en toda regla...

Besos