El sacerdote abrió la caja y tomó el preciado objeto. Extendió los brazos para presentarlo a todos. Se arrodillaron e inclinaron la cabeza. Se hizo el silencio. Poco a poco fueron surgiendo las voces, tímidas al principio, más ansiosas después. Unos pedían, otros preguntaban. El amor, la enfermedad, la pobreza, la virtud, el futuro, el pasado… Ante ellos, el sacerdote exponía el objeto abierto contra su pecho, dejando a la vista todos aquellos signos y marcas que ya nadie sabía interpretar. Hacía muchos años de la muerte del último hombre que era capaz de obtener conocimiento del objeto sagrado. Cientos de años atrás, contaba la leyenda, hubo millones como aquél, y en ellos se guardaban todas las respuestas. Por eso, cuando lo encontraron por casualidad oculto entre las rocas, decidieron adoptarlo como deidad.
Mientras escuchaba las súplicas de su pueblo, de reojo, el sacerdote miraba los rasgos en el lado frontal del ídolo. No significaban nada para él, pero intuía que debían decir algo importante, más aún, apasionante. Unos siglos atrás alguien le hubiera revelado el mensaje: Veinte mil leguas de viaje submarino.
Mientras escuchaba las súplicas de su pueblo, de reojo, el sacerdote miraba los rasgos en el lado frontal del ídolo. No significaban nada para él, pero intuía que debían decir algo importante, más aún, apasionante. Unos siglos atrás alguien le hubiera revelado el mensaje: Veinte mil leguas de viaje submarino.
3 comentarios:
Dicen que el mejor amigo del hombre es el perro, aunque yo estoy por decir que ese honor le corresponde al libro...
Interesante relato. Me gusta. Eso sí, espero que nunca lleguemos a presenciar la muerte del libro en soporte papel. Sería como acabar con el pensamiento. Mmmm... esto me recuerda a Fahrenheit 451... ¡Qué gran libro! :)
Un saludo, Javier! Apúntate otro tanto ;)
Si tú lo dices, Kinezoe, me lo apuntaré, jeje. Y estoy contigo, un gran libro el del amigo Bradbury.
Buen micro, te llevas todo el tiempo pensando qué demonios será el objeto y al fin se aclara el misterio.
Espero que esto sea un micro y no una profecía, yo estoy con el formato papel. Y para no tener remordimientos suelo plantar árboles todos los años.
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