jueves, 29 de enero de 2009

Kind of Blue. "El" disco de jazz

El 2 de marzo de 1959, a eso de las dos y media de la tarde, comenzó a sonar música en el estudio de grabación que Columbia Records tenía en la calle 30 de Nueva York. Era un lugar especial, una antigua iglesia adaptada para la ocasión que confería un sonido particular a las sesiones que se desarrollaban allí. Y la de aquel día, desde luego, iba a ser algo diferente.

La sala estaba reservada a nombre del trompetista Miles Davis. Con tan sólo treinta y tres años, el trompetista afroamericano era toda una leyenda del jazz. Había debutado en la escena discográfica una década atrás con Birth of the Cool, un disco revolucionario que marcó un cambio de rumbo en el género y convirtió a Davis en uno de sus gurús. Pero aquello no era más que el principio. El músico, nacido Alton, Illinois, en mayo de 1926, estaba predestinado a dar otros muchos golpes de timón.

Las revistas hablaban de la elegancia del trompetista, de su distinción, de su capacidad para seducir mujeres y para meterse en problemas. Pero también resaltaban su creatividad y dedicación. Sólo en 1958 salieron al mercado cuatro discos con su nombre, entre los que cabe destacar la magistral aproximación a la ópera de Gershwin Porgy and Bess o L’ascenseur pour l’echafaud, banda sonora de la película del francés Louis Malle Ascensor para el cadalso.

Ya para la grabación de aquel trabajo Miles Davis se adentró en la senda que marcaría un universo musical radicalmente nuevo. Sin tiempo para ensayar con la banda ni preparar material, Davis llegó a París, se encerró en el estudio con los músicos y pidió que les proyectarán la película varias veces. Sin más que eso, alguna indicación y mucho talento, fue tomando cuerpo, poco a poco, una de las más bellas bandas sonoras de la historia del cine.

Con la nueva experiencia en la mente, nacida en buena medida de un tipo de improvisación completamente nuevo, en 1959 Davis se metió con uno de sus proyectos más curiosos, Sketches Of Spain, un álbum que nacía de la audición de un viejo disco español que incluía piezas con tanta idiosincrasia como una saeta. Davis tomó esas bases tradicionales y las pasó a través de su trompeta con sordina, resultando un trabajo tan rompedor como delicioso.

Y entonces llegó aquel 2 de marzo. La idea del músico era recuperar lo sucedido en el estudio de grabación parisino pero con más decisión, más intencionalidad. La idea era alumbrar un nuevo tipo de jazz a partir de nuevas melodías que nada tuvieran que ver con los estándares americanos, escritos habitualmente por blancos. Desde hacía tiempo Davis andaba detrás de conseguir un nuevo estilo de composición de raíces más africanas que occidentales, una nueva forma de expresión musical, que habría de consolidarse en aquellas dos sesiones legendarias. El objetivo: desarrollar improvisaciones sobre escalas en vez de acordes, lo que ofrecía mucha más libertad al músico.

Para afrontar esta empresa Davis convocó en el estudio a un equipo de primeros espadas del jazz, músicos de intachable reputación que en la mayoría de los casos contaban con sus propias formaciones. Jimmy Cobb, que a lo largo de las dos sesiones hizo lo posible por no salir en ninguna fotografía, se sentó a la batería; Paul Chambers se hizo cargo del bajo; Cannonball Adderley y John Coltrane empuñaron los saxos, Bill Evans y Wynton Kelly controlaron sendos pianos y Miles Davis permaneció impasible ante su trompeta.

Medio siglo después, el disco resultante, Kind Of Blue (algo así como ‘Una especie de tristeza’), mantiene su frescura y capacidad de seducción tan intacta como el primer día. Está considerado no sólo el disco más importante de la historia del jazz, sino también todo un hito de la música sin etiquetas. Entre otras hazañas, el álbum ha logrado convertirse en el primer trabajo de jazz en alcanzar el primer puesto de las listas españolas. Lo ha logrado con la nueva edición lanzada por Sony&BMG con motivo del aniversario. Se trata de una edición especial que incluye dos compactos, un dvd y un libreto con notas y abundante material fotográfico. Todo material es poco para celebrar la excelente salud de una de las obras maestras de la historia de la música.

Cuando Miles Davis grabó Kind of Blue ya había pasado por el bebop y el cool. Recién creado el jazz modal, habría de llegar aún la fusión con el rock, el pop y el funk. No cabe duda de que se trataba de un músico sin parangón. Algunos puristas aún recelan de él, pues estiman que dio más giros negativos que positivos, pero con perspectiva histórica y sus discos en la mano, es innegable el papel jugado por este trompetista en el desarrollo del género musical en el que se movió toda su vida.

Sobre la repercusión que tuvo el lanzamiento de Kind Of Blue, basta decir que se convirtió en un símbolo de sofisticación. Lo lucían orgullosos tanto el estudiante universitario de Nueva York como el ‘play boy’ de California. Era un código. En el documental que acompaña a esta reedición, el actor Bill Cosby recuerda cómo en sus días de estudiante no dejaban de escuchar el álbum. Era un sonido que transportaba a otros lugares, que ensanchaba la mente. Alguien llegó a definirlo como un viaje de LSD sin peligro de ser arrestado.

Por otro lado, en el aspecto musical, la revolución que supuso Kind of blue es más que evidente. Los solos instrumentales, por ejemplo, se abrieron a un nuevo campo de desarrollo a partir de este disco. Los músicos, no sólo de jazz, también de rock, de pop e incluso de clásica, estudiaban con atención cada uno de sus cortes para intentar trasladar a sus respectivos campos de trabajo las sorprendentes innovaciones logradas por Miles y sus músicos.

Y como toda leyenda, también este disco tiene su lado oscuro. Poco después de su lanzamiento comenzó a circular en prensa y ambientes musicales la acusación contra Davis de que debería haber compartido el mérito creativo con sus músicos. Algunos mantenían que el trabajo de creación e inspiración no había sido solo cosa suya. Y si bien todos colaboraron, sí es cierto que uno de los compañeros de estudio tuvo un papel especial en aquella grabación: el pianista Bill Evans. 

Evans tenía un carácter completamente opuesto al de Miles, pero ambos compartían un gran talento para la improvisación y la creación de nuevos sonidos, así que conformaron la pareja perfecta para trabajar en el concepto de Kind of blue. A lo largo de los años, Evans intentó que se reconociera su autoría en el proyecto, y aunque Davis la negó en principio, años después admitiría que las aportaciones de Evans resultaron cruciales. Con todo, no hasta el punto de aceptar compartir la portada con él.

Arisco, soberbio, desafiante, introspectivo... está claro que Miles Davis no era lo que se dice un tipo agradable, pero eso es algo que ha importado a poca gente a lo largo de los años. Porque cuando subía al escenario y empuñaba la trompeta, entonces se convertía en el artista mágico y evocador al que todos querían escuchar.

Aquí os dejo con So What, el tema más emblemático del disco.


5 comentarios:

Patti dijo...

Por culpa de Miles Davis tengo un saxofón tirado por casa. Yo y mi maldita manía de acumular instrumentos...
Bonito vídeo.

Goraintziak.

Javier Márquez Sánchez dijo...

¡Un placer leerte por aquí Patti!

Mejor que esté ese saxofón tirado por casa que en el río. ¿No conoces esa historia? Es de un músico famoso tras escuchar tocar a Charlie Parker. Un día te la contaré...

Patti dijo...

Jaja, no, no la conozco, pero sabes que voy a perder muchas horas tontas en internet intentando descubrirla. Mmmm...

Lupo dijo...

No me cansaré nunca de este disco.

Y yo que no me había percatado de este blog tuyo. A ver si nos vemos un día sr. periodista ;)

Javier Márquez Sánchez dijo...

Pues encantado, señor Lupo...