Es curioso cómo presente y pasado se solapan habitualmente. Es triste ver cómo se cometen una y otra vez errores e injusticia del pasado, por más que en su momento se hablara de no volver a repetirlos. Y todavía hay necios obstinados en hundir en el olvido las raíces de los años venideros. El olvido, no cabe duda al respecto, sólo favorece a los villanos.
Ayer pasé la tarde de domingo disfrutando de una miniserie producida hace algunos años sobre los juicios de Nuremberg. Sin muchos talentos artísticos, lo más interesante de la producción es advertir cómo unos pocos jerarcas nazis tenían conciencia del horror cometido y se arrepentían de ello, frente a la mayoría de sus compañeros, que seguían embaucados por las arengas de un líder político y espiritual que ya se había quitado la vida.
Por primera vez en la historia, varias naciones —los vencedores: Estados Unidos, Inglaterra, Francia y Rusia— se unían para juzgar a los vencidos por crímenes de guerra. Pero el número dos nazi, Hermann Göring, el más alto líder tras el suicidio de Hitler, no se dejó amilanar por esa coalición. El que fuera ministro de Aviación y fundador de la temible Gestapo, lanzó una sentencia ante aquéllos que lo juzgaban que cobra hoy más peso aún que sesenta años atrás.
Dirigiéndose al fiscal estadounidense encargado de su acusación, Göring le planteó con qué autoridad moral se atrevía Estados Unidos a acusar a alguien de conducta delictiva durante la guerra, cuando su propio gobierno había recluido a miles de ciudadanos de origen asiático en campos de concentración en territorio estadounidense como “medida preventiva” tras el ataque de Pearl Harbor, o había asesinado a cientos de miles de civiles de manera intencionada con sus bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki.
Seis décadas después de aquel proceso histórico, la falaz hipocresía de la comunidad internacional persiste aún más vergonzosa que nunca. En esta ocasión, el escenario de la infamia es, una vez más, Palestina. Tres semanas de atroces enfrentamientos –suma y sigue- arrojan cifras escalofriantes de muertos y heridos. Y mientras tanto, silencio oficial en casi todo el mundo.
Desde este blog no se toma partido por un bando ni por otro, pues ambos tienen las manos manchadas de sangre, y ambos permiten por igual que un odio más allá de cualquier lógica, capaz de asfixiar cualquier esperanza de paz, ciegue sus actos. Pero es realmente patético ver cómo los organismos internacionales de costumbre, teóricamente creados para evitar estas tragedias, asisten impasibles a todo lo que sucede.
Mañana pasará algo de mucho menor calado en cualquier otro lugar, con más intereses económicos por medio y menos lobbies judíos de fondo, y entrarán a la carga, bandera en mano, mientras resuena la corneta del Séptimo de Caballería.
Todo el desarrollo del ser humano, todas las innovaciones del nuevo mundo, y sigue siendo una asignatura pendiente el poder evitar que el hombre siga matando a sus semejantes. Se firman tratados, se fijan acuerdos, y todo esto o sirve sino para demostrar que los gobiernos de todo el mundo sólo son capaces de moverse cuando suena la flauta del dinero.
Y eso es una pena. Es una vergüenza. Es un crimen.
4 comentarios:
tu lo has dicho, es un crimen, y los politicos cuando pueden hacer algo no lo hacen, pero en realidad, detener esa matanza esta en el ser humano, no en otros, si todos pusieramos un granito de arena, se pararía, pero un granito no puede con una playa de odio, se necesitan muchos granitos, al igual que se necesita que la playa se haga cada vez más pequeña
besos y hermoso post
Difícil solución tiene el problema cuando la gente no recuerda qué sucedió en el pasado, cuando Israel no se da cuenta que está asesinando a miles de inocentes, tal y como ocurrió con ellos, cuando Palestina no se da cuenta de que el único camino para llegar a la paz es tender la mano y no apretar el botón que hará que un niño suicida explote en mil pedazos.
Un simple pensamiento empático es lo único que haría falta... pero eso, ¡es tanto!
Pues sí, por desgracia, el problema en estos conflictos es que ninguno quiere dar su brazo a torcer. Y mientras unos discuten, los de siempre siguen muriendo...
Pero eso que dices, Javier, viene ocurriendo desde hace miles de años en ese mismo lugar.
Y no es que sirva de excusa, es que nadie ha encontrado solución a algo que ya empezó desde la primera división de las tribus cananeas.
Ojala hubiese forma de que ese odio de miles de años se acabase.
Pero no creo que a nadie le interese que eso ocurra.
Y pagar, siempre pagan los mismos.
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