jueves, 25 de junio de 2009

Antes de ir a dormir

Pasan algunos minutos de las dos y media de la madrugada. No suelo escribir por las noches. Sé que parece lo más apropiado, lo más pintoresco, pero tras todo el día trabajando, no sólo estoy cansado de estar ante el ordenador, sino que además la tarde-noche es el único momento que tengo para estar con Sempi, para comentar nuestra jornada y, en definitiva, para compartir un ratito de vida.

Hoy, sin embargo, he querido quedarme a escribir por la noche.

Como creo que ya dije en la entrada anterior, o al menos apunté, había pensado dejar aparcada la novela en la que andaba trabajando, La balada de Sam, ésa que me había llevado, entre otras cosas, a recuperar mi cariño por las seis cuerdas. Tuve que abandonarla un par de meses atrás para vestir de gala el libro que espero ver publicado en otoño, la novela de misterio La fiesta de Orfeo. Y dos meses es mucho tiempo, al menos para mí y para esta historia.

Los habituales al blog ya sabéis que funciono por impulsos, a base de ambientación, de clima, y cuando el feeling se rompe, como diría el amigo Frankie (Sinatra, of course), la cosa se fastidia.

Así que me planteé aplazar esta novela. Dejarla ahí, en reposo, en una carpeta del ordenador, mientras me dedicaba a alguna otra historia más ágil y entretenida, pues La balada de Sam comenzó como eso que llaman "obra de madurez" y llegué a alcanzar un punto en el que me asustaba madurar tanto.

Pero en los últimos días de retiro y reflexión retomé el texto Releí algunos pasajes y no pude resistirme a continuar escribiendo. Eso es bueno, dirá alguno. Tal vez. Más me vale. En este momento de la trama me encuentro en una hacienda mexicana, al este de la ciudad de Chihuahua, recordando junto a un anciano de ochenta y cinco años un crimen que ocurrió en ese mismo lugar treinta y dos años atrás, durante el rodaje de la película más famosa de Sam Lonergan (alias Sam Peckinpah, ¿o es al revés?). El viento del atardecer sopla y trae consigo el olor del enebro y otros arbustos de la llanura. El viejo quiere que me quede y le escuche, pero tengo sueño, estoy cansado.

Al otro lado de la pantalla, Sempi duerme con la pequeña luz de mi lado de la cama encendida, esperándome. Algunos mosquitos crepitan al acercarse a la bombilla de la lámapa a mi espalda, y el licor Sierra Tequila quedó aguado por el hielo tiempo atrás en el vaso ya casi vacío junto a mi teclado.

Es hora de ir a descansar.

Os dejo con Sam Peckinpah y el trailer de Quiero la cabeza de Alfredo García, una historia que nada tiene que ver con mi novela; una película que supone su fuente espiritual.

3 comentarios:

sempiterna dijo...

Jeje, y yo durmiendo... y todo esto pasando al otro lado. Debes continuar.

Javier Márquez Sánchez dijo...

COntinuaremos, Sempi. Al menos, por el momento...

Me alegro de que haya gustado el blog, Jackeline. Bienvenida

François de Fronsac dijo...

Muy oportuna esa despedida..."una peqlícula que nada tiene que ver con mi novela...", precisamente por eso la pondrás.

Saludos.