
Vamos hoy con un escritor que se pasó la vida escribiendo de manera ocasional, a quien nadie prestó la más mínima atención, y poco antes de morir, ironías de la vida, fue proclamado el gran precursor del realismo sucio. Empecemos como deben empezar las historias:
Corría 1980 cuando Charles Bukowski disfrutaba de su momento más álgido de popularidad. Tras décadas malviviendo en pensiones y tabernas, el nuevo poeta maldito americano recorría Europa de recital en recital y sus libros se vendían sin problemas a ambos lados del Atlántico. Y una vez logrado ese relativo poder, Bukowski se plantó ante su editor con una exigencia: debía recuperar la obra de John Fante.
Por aquel entonces Fante era un anciano de 69 años al que nadie reconocía por la calle. Había escrito una decena de libros y firmado otros tantos guiones para películas que nadie recordaba, pero Charles Bukowski estaba dispuesto a recuperar su obra. El editor aceptó, y Pregúntale al polvo volvió a las librerías cuarenta y un años después de su primera publicación.

Ante los comentarios de Bukowski sobre cuánto había aprendido leyendo a Fante, la prensa se interesó por el personaje, hijo de emigrantes italianos de procedencia muy humilde, nacido en 1909. Tras su primer libro publicó Espera a la primavera, Bandini (1938) y la colección de historias titulada cortas Dago Red (1940). Retirado de los libros para dedicarse al cine, en 1952 se tomó la licencia de publicar Llenos de vida, despidiéndose de las librerías hasta 1977, cuando vio la luz La hermandad de la uva.
Tras ser reclamado por Bukowski, Fante apenas pudo disfrutar tres años de ese inesperado éxito. Así, si bien en 1982 se publicaba otra entrega de la serie de su alter ego, Arturo Bandini, Sueños de Bunker Hill, en 1983 la muerte le sobrevenía como fruto, entre otras razones, de su abuso del alcohol. Una vez desaparecido, el interés por Fante se acentuó, y sus obras inéditas comenzaron a ver la luz: la selección de historias The Wine of Youth (1985), Un mal año (1985), Camino de Los ángeles (1985) y los relatos de Al oeste de Roma (1986).
En España, Anagrama se está encargando de editar toda la obra de Fante, inédita hasta el momento, y su último lanzamiento, que es lo que viene al caso, ha sido Llenos de vida. Compré el libro en cuanto lo vi en los anaqueles, como suele ocurrirme con cada nuevo título de Fante. ¿Qué le vamos a hacer? Me tiene enganchado. Su manera de describir los personajes, las relaciones establecidas entre ellos...

Un día, el suelo de la cocina se hunde y Fante decide que podrían ahorrar un dibero si le encarga la reparación a su padre. Así se llega al punto central de la obra, con una deliciosa descripción de personajes de la América profunda, sus ritos religiosos y su férrea defensa de los valores familiares tradicionales.
La obra, en definitiva, es un relato familiar en el que se ponen en evidencia las distintas épocas y clases de padre e hijo, pues es la relación entre ambos y el eterno debate sobre el hijo futuro lo que articula la novela. El texto está salpicado de momentos divertidos, como el viaje en tren, la tensión del ritmo de incremento del taxímetro, o la necesidad de cambiar la chimenea.

Suele afirmarse, como decía al principio, que Fante es el precursor más evidente del realismo sucio, siendo el más indicado para ostentar el título de padre de este género literario su mejor pupilo, Charles Bukowski. Tras ellos ya vendrían Raymond Carver, Richard Ford, David Foster Wallace o Lorrie Moore, además de una ingente legión de imitadores infructuosos. Pero, como siempre, nada mejor que echarle una lectura al original.
Sinceramente, os lo recomiendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario