lunes, 26 de noviembre de 2007

Casablanca. 65 años después




Hay película que, por mucho que se vean, nunca dejan de seducir, e historias que enamoran un poco más cada vez que se escuchan. Ése es el caso de Casablanca. El 26 de noviembre de 1942, hace 65 años, llegaba a las pantallas esta película, escrita por los hermanos Julius y Philip Epstein y dirigida por Michael Curtiz. En su momento, la historia de amor que narra entre Ilsa y Rick no era sino un elemento más de la trama, pues el gran atractivo de la cinta radicaba en la soberbia descripción de la situación que vivía el mundo en aquel momento, con los alemanes aplastando una nación tras otra. El microcosmos dibujado por Curtiz resulta emocionante hasta límites pocas veces repetidos, sin pasar por alto que buena parte de los refugiados políticos que aparecen en la película fueron interpretados por auténticos refugiados, que habían logrado escapar de la zarpa de los nazis. Más de medio siglo después, el sacrificio de Rick para que Ilsa se marche con su marido, líder de la resistencia, sigue aligerando el lagrimal del más fuerte, pues no sólo se trata de una cuestión de amor, sino también de anteponer el colectivo al individuo.
Por otro lado, pocas películas acumulan tantas frases de esas que quedan en la memoria cinematográfica –y sentimental- del espectador. De hecho, seis frases de la cinta aparecen entre las cien mejores de la historia del cine. Pero como eso de las listas nunca es muy recomendable, nada mejor que atenerse a los hechos innegables. Ahí van algunas perlas:
“Ésta va por ti, pequeña”. “Louis, creo que este es el principio de una hermosa amistad”. “Tócala, Sam. Toca As time goes by”. “Detengan a los sospechosos de costumbre”. “Siempre nos quedará Paris”. “De todos los bares en todos los pueblos en todo el mundo, ella entra en el mío”…
Pero es absurdo hablar de esta película, como de tantas otras obras maestras, cuando ya se ha contado tanto sobre ellas. Lo mejor, sin lugar a dudas, es volver a entregarse a su disfrute, una vez más. Dejarse caer por ese ‘Rick. Café Americano’, para compartir una copa de champán con el capitán Renault, Ugarte o Sascha, es una de esas buenas costumbres que nunca se deben perder. Y si Sam está sentado al piano, tanto mejor.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La magia de aquellos tiempos pasados donde una película de estudio se podía convertir en una de las mejores historia del cine.

Ahora se gastan millonadas y nos la vende como la "nueva joya" y ni siquieran llegan al aprobado.

Siempre me quedaré con los recuerdos de la infancia (tal vez, adolescencia) donde me emocionaba viendo como Paul Henreid dirigía la Marsellesa mientrás el bueno de Risk no hacía nada por impedirlo.

Saludos.