jueves, 2 de julio de 2009

Una noche de insomnio

Pues sí, eso es precisamente lo que he tenido. Ayer fue un día intenso, de bastante trabajo tanto por la mañana como por la tarde, aliñado además con nuevas decisiones sobre la portada de la novela (por cierto, ahora que caigo, creo que aún no he comentado nada sobre este tema en el blog. ¡Tomo nota!). No sé cuántas horas pasé ante el ordenador en total, pero el caso es que estaba rendido.

Tras tomar unas cervezas con mis padres y mi hermano, volví a casa, cené con Sempi y vi una peli, La noche es nuestra, un thriller policiaco bastante resultón con Joaquin Phoenix, Mark Wahlberg y Robert Duvall (tan perfecto y entrañable como siempre). Pensé que no llegaría a terminarla, dado lo cansado que estaba, pero no sólo me la bebí -satisfecho de la experiencia- sino que me encontré con los ojos como platos, incapaz de irme a dormir. ¿Qué hacer en esa situación? Pues aprovechar. Doble sesión sobre la dura profesión de policía, y la segunda cinta escogida fue nada menos que Sérpico, con ese magistral Al Pacino en uno de sus mejores papeles como agente incorruptible.

Rondaba la una y media de la madrugada cuando me fui a la cama (dado que ya había visto Sérpico, hice lo que Sempi denomina "el montaje del director", que no es más que ir al grano resumiendo en hora y poco una película hora y mucho). El agradable aire fresco que las noches anteriores se colaba por la ventana del dormitorio brillaba por su ausencia esta vez. Así y todo, creo que llegué a dar una cabezada; no estoy seguro. En cualquier caso, no habían dado las tres cuando comprobé el reloj por primera vez, y ahí estaba yo, de imaginaria, listo para cualquier cosa menos dormir.

De ocurrir en invierno, lo más socorrido es leer, pero cualquiera enciende una luz con la ventana abierta (¡bufé libre para los mosquitos!). Y para eso tiene uno listo el kit de las noches de insomnio estivales: el iPod y su buena carga de narraciones. Poco a poco he ido compilando decenas de emisiones del programa Historias, dirigido por Juan José Plans, que durante años emitió RNE. Tres cuentos de Ambroce Bierce -magistrales- y una docena de capítulos de Viaje al centro de la tierra cayeron antes de que, alrededor de las cinco menos cuarto, desesperado, me quitase los auriculares.

Por mi mente cruzó la tentación de levantarme y ver otra peli, pero con eso seguro que me espabilaba, y eran muchas cosas las que tenía previstas hacer hoy como para desistir en mi empeño de dormir un poco. Había que intentarlo. Así que cerré los ojos y me dejé llevar... Hasta que me cansé.

No había manera. Eso sí, al menos no me aburría. Entre todas las ventanas apagadas de los bloques frente al mío tuve un rato de misterio "made in Hitchcock" cortesía de unos vecinos que no hacían más que encender y apagar las luces de toda la casa. A veces eran varias habitaciones, a veces sólo una, en ocasiones el piso entero iluminado, cocina incluida. Y esto, durante un buen rato. ¿Qué pasaría? Seguiremos atentos.

A las seis y media, desperezado ya el Rey Sol, di por perdida la batalla y me levanté. Mi particular "montaje del director" de la edición especial de Abyss me permitió liquidar las dos horas y cuarenta minutos justo al dar las ocho. Con Sempi ya lista para irse a trabajar y yo en plenas facultades (más o menos), era el momento de empezar este jueves.

Y esto es lo que ha dado de sí esta noche de insomnio. Veremos qué consecuencias tiene para el día que le sigue. De momento, me voy a preparar un café bien largo y cargadito.

5 comentarios:

Seeira dijo...

Animo con el día que se te presenta.

A mí, la noche me ha regalado una tortícolis que. para más inri, me ha despertado unas cuantas veces de puro dolor.

Nos deseo suerte hoy.

Javier Márquez Sánchez dijo...

Pues sí, Laura, a ver si el día se nos da mejor que la noche... jeje

François de Fronsac dijo...

¡La noche, la noche...!
Malditas noches veraniegas que duran tan poco y es tan dificil dormir...

¡Pero cuan creativas son!

Teo Palacios dijo...

¿Tú también con insomnio? Je, pues ya somos dos. Más o menos a la misma hora que tú comprobabas por primera vez el reloj, yo me tomaba un relajante para ver si podía pegar ojo, porque llevaba dos horas dado vueltas en la cama. Me dormí, sí, pero lo malo de esas cosas es que a la mañana siguiente no das pie con bola, y aquí estoy, echo una piltrafa y preparándome para volver a trabajo. ¡Que pereza!

Anónimo dijo...

Van a ser los nerivos por el "estreno literario" que nunca termina de llegar ;)

Abrazos
Josephb