Ya hablé en su momento de la nueva película de Clint Eastwood, Gran Torino, que llega hoy a los cines. Ni que decir tiene que la recomiendo encarecidamente y enseguida daré algunas razones. La cuestión es que imaginaos lo feliz y orgulloso que se siente un servidor cada vez que pasan el anuncio de la película por la tele o lo veo en algún periódico. No es la primera vez que utilizan una crítica mía para promocionar un producto —en ocasiones anteriores fueron libros de música—, pero sí es la primera vez que me hace tanta ilusión por tratarse de lo que se trata. Ahí queda, para los restos, mi humilde nombre ligado a la que, dicen, podría ser la última película del abuelo Clint como actor. Total, que como diría alguno, ando que no cabo en mí.
Con esta cinta, Eastwood ha vuelto a forjar para el cine “de machos” otro gesto a imitar. Primero fue aquel cigarro a medio fumar del “hombre sin nombre” en la trilogía de Sergio Leone. Después llegó la sentencia “Alégrame el día”, en boca del inspector Harry Callahan, a la que siguió la maestría para escupir tabaco, preferentemente a los perros, del fuera de la ley Josey Wales. Ahora, el viejo Walt Kowalski, protagonista de Gran Torino, demuestra todas las posibilidades de un gruñido lanzado en el momento justo.
Se dice en los mentideros de Hollywood que ésta será la última película de Eastwood ante la cámara. Nunca se sabe. Pero está claro que de ser cierto, no podía haber concebido una despedida más brillante. Gran Torino es, en muchos sentidos, una película de cierre, de conclusión, de dejar la casa en orden antes de abandonarla para siempre.
También es, en cierto modo, el Sin perdón de los justicieros cinematográficos. En su obra maestra de 1992 Eastwood recogía la tradición del western clásico para conducirlo hacia ese ocaso en el que van a morir, o a perderse para la eternidad, todos los héroes del género que merece la pena recordar. En la misma película ofrecía una puesta al día del western, y una vez lo había llevado a lo más alto, clavaba la tapa de su ataúd y rezaba una plegaria sobre su ataúd (magistral y simbólica esa escena final ante el lecho de la esposa).
Casi dos décadas después, el polifacético artista lleva a cabo una maniobra similar con el personaje del justiciero, ése que él mismo popularizó en los setenta en la figura de Harry Callahan y que después sería llevado a extremos casi autoparódicos por otros duros de Hollywood, con Charles Bronson al frente.
Gran Torino cuenta la historia de Walt Kowalski, un trabajador del automóvil jubilado y resentido veterano de la Guerra de Corea, que mantiene su rifle M-1 limpio y listo por lo que pueda ocurrir. Lo suyo no son las relaciones con sus semejantes, menos aún su propia familia. Su perra Daisy es su mejor compañía. Inamovible en sus ideas tanto como en su residencia, Kowalski asiste al cambio progresivo de su vecindario, que va llenándose de inmigrantes hmong, del sudeste asiático, a los que desprecia abiertamente. Para terminar de empeorar la situación, pandillas sin propósito de adolescentes asiáticos, latinos y afroamericanos pelean por el dominio de las calles. Kowalski intenta mantenerse al margen de todo esto, hasta que una noche alguien intenta robar su Gran Torino del 72.
Al contrario que las películas de justicieros a la que parece pertenecer a priori, Gran Torino es una cinta realmente hermosa y emocionante, una historia plagada de personajes llenos de vida, lo que hace que los momentos de mayor violencia resulten aún más duros y desagradables. Pero sobre todo, Gran Torino ofrece un mensaje de esperanza, esperanza en la convivencia entre los seres humanos, en la idea de que todo el mundo puede cambiar y llegar a querer a aquellos a los que más ha odiado; salvar a los que alguna vez le hicieron daño.
Como de costumbre, todo en esta película lleva el sello de Eastwood, desde la fotografía al vestuario, los diálogos, los decorados o la banda sonora, a cargo de su hijo Kyle y Michael Stevens; además de la hermosa canción principal compuesta por el propio Clint junto a Jamie Cullum. Un reparto de rostros desconocidos ayuda al espectador a sentirse un poco más cerca del protagonista al encarar a un grupo humano del que no sabe qué esperar, y al que poco a poco le va tomando cariño irremediablemente.
Un elenco de excelentes actores —con el Eastwood en uno de sus mejores papeles—, con buenos personajes secundarios como siempre ocurre en las obras de este director, consiguen llevar hasta un nivel de calidad insospechado una historia que, en según qué manos, podría haber terminado en un thriller al uso sin nada nuevo que aportar. Pero en las hábiles de este veterano cineasta, el guión se transforma en un emotivo alegato por comprensión, tolerancia y sacrificio.
Cuando se estrenó Los puentes de Madison, un sarcástico periodista dijo que Eastwood se había convertido en el gran traidor del espectador “masculino”, pasando de ser uno de los duros indiscutibles a no escatimar lágrimas en ese papel de fotógrafo romántico y sensible. Sería interesante ver qué escribe el mismo sujeto sobre Gran Torino. Cada fotograma de esta obra rezuma la nostalgia y melancolía que ya destilaban Million dollar baby o Mystic River, así como el mismo toque magistral. Quizás sea cierto que Clint Eastwood no volverá a ponerse ante la cámara, pero mientras siga trabajando tras ella, el Hollywood clásico seguirá con vida.
Para concluir, como extra de esta entrada, dejo por aquí parte del texto del que los chicos de Warner han extraído mi comentario para la publicidad de la película:
Casi cuarenta años después de Harry el Sucio, Clint Eastwood recupera su gesto más duro para ofrecer una de sus obras más bellas y emocionantes. Gran Torino demuestra una vez más que Eastwood es el último director clásico de Hollywood. En él perviven el lirismo de John Ford y el sereno drama de John Huston.
12 comentarios:
¡Felicidades compañero del metal! ¡Joe! si me hace ilusión a mi tu tienes que estar pegando saltos :)
Ahora toca esperar a que saquen el DVD, que según me han dicho vendrá con un extra donde saldrá Clint Eastwood diciendo/gruñendo: "No podría estar más de acuerdo con el comentario de ese joven periodista/escritor/cantautor/ Javier Márquez" :)
¡Enhorabuena tio!
Ya he puesto un "post" en mi blog
enhorabuena, Javi... Tienes que estar bien gordo de orgullo, no es para menos.
Deseando estoy ver la peli...
Sí, Mr. X, seguro. No sabes Clint lo al día que está de todo lo que hago. Me ha encargado que le mando un tupper de cocido, ¡no te digo más...! jejeje
Bien gordo, Teo, efectivamente, y sin intención alguna de ponerme a plan... ;-)
Bravo.
Gracias!
Gordo, gordo. Ahí está tu nombre, sí, señor.
Dicen, dicen... ¿Será de verdad la última?
Cualquiera sabe. Ojalá no lo sea.
Muchas gracias, amigo.
He leído el artículo en C16 y me he recreado un poco más.
Muchas gracias, Paco, todo un detalle...
Vaya, qué sorpresa. Yo que llevaba ya unos cuantos días viendo el spot de televisón y pensando en si serías tú o no el que firmaba "Bella y emocionante" y resulta que sí ;)
Enhorabuena por el reconocimiento, Javier.
¿Todo va bien? Por lo que veo, hoy por lo menos estás en las nubes con tu entrada para ver al "boss".
Besotes
Pues me alegra que te haya sorprendido, María. Y si además fuese capaz de reconocer quién eres, seguro que me alegraría más... jeje
¡Gracias!
Si te digo "Alicia" y "Abretelibro" entonces sí que sabrás quién soy. ;)
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