Tras mi viaje a Turquía, por aquí andamos un par de semanas después de mi último post. Y entre trabajo atrasado y tormentas pre-electorales, uno no anda muy fino a labúsqueda de temas, así que dejemos que suene la música. Una de esas canciones universales que cuenta mucho más de lo que dice. Compuesta y grabada por Paul Simon para su álbum brasileño de 1989, The rhythm of the saints, sacada de su concierto en Central Park en 1991. La emoción de la pieza es increíble, con una combinación perfecta de tensión musical y narrativa. Las tres estrofas finales son una verdadera joya de una fuerza inabarcable. ¿Aún no he dicho el título de la canción? The cool cool river. Tomo prestada la traducción a mi buen amigo José María Escudero (The Dreamer of Music y The Sound if Simon).
El tibio y tranquilo río
Se mueve como un puño en medio del tráfico.
La ira que nadie puede curar.
En su impetu encaja un pequeño golpe.
Solo un pequeño chichón,
pero se siente
en los recovecos y en las oscuridades
con una emoción agitada y profunda.
El tibio y tranquilo río
barre el violento océano blanco.
Sí, jefe. El apretón de manos del gobierno.
Sí, jefe. La destrucción del idioma.
Sí, jefe. El Sr. Stillwater.
El rostro en un extremo del banquete.
El tibio y tranquilo río.
El tibio y tranquilo río.
Creo que en el futuro
a lo mejor vivo en mi coche
con la radio sintonizada
a la voz de una estrella.
Una canción que los perros ladran al despuntar el alba.
El relámpago que surge del borde de una tormenta.
Y todos estos antiguos miedos y esperanzas
siguen a mi lado.
La ira que nadie puede curar
se desliza através del detector de metales,
vive como un topo en un motel.
Una diapositiva en un proyector.
El tibio y tranquilo río
barre el violento océano blanco.
La rabia del amor se vuelve hacia adentro
convertida en rezos devotos.
Y estos rezos constituyen
el camino permanente através de la violencia.
Estos rezos existen.
Estos rezos son el recuerdo de Dios.
El recuerdo de Dios.
Y creo que en el futuro
ya no sufriremos más.
Quizás no ocurra durante mi existencia,
pero en la vuestra estoy seguro que sí.
La canción que ladran los perros al despuntar el alba
El relámpago que surge del borde de una tormenta
Y estas calles,
tranquilas como un ejército que duerme,
envian sus sueños frustrados hacia el cielo,hacia el cielo
por el hijo inquieto de una madre
que es testigo de todo, que es un guerrero
que niega su necesidad de escapar y correr
¿Quién dijo tiempos difíciles?
Estoy acostumbrado a ellos.
El acelerado planeta arde.
Estoy acostumbrado a éso.
Mi vida es tan corriente que me parece que va a desaparecer.
Y a veces ni siquiera la música
puede sustituir a las lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario