Hay películas, escenas determinadas, que te emocionan y se te quedan marcadas, y siguen pellizcándote cada vez que las ves. En mi caso hay dos que, con diferencia, comparten el primer puesto entre mis momentos favoritos de la historia del cine. Uno de ellos son los cinco minutos iniciales de Ciudad dorada.
En 1972, tras haber pasado por géneros como la aventura, el negro o la comedia, el genial John Huston decidió volver al tema que mejor se le dio siempre, el de los perdedores. Partiendo de una modesta novela de Leonard Gardner, de título Fat City, Huston se dispuso a filmar una de sus más hermosas creaciones, toda una oda a los hombres y mujeres que, sin suerte, hacen lo posible para sobrevivir día tras día, a pesar de ver que los sueños que alguna vez tuvieron han quedado ya demasiado lejos. Dado que el contexto era el mundo del boxeo, Houston aprovechó para hacer de ésta una de las mejores películas del género, y ya de paso, dar toda una lección de lenguaje cinematográfico con esos cinco primeros minutos.
En ellos, sin decir ni una sola palabra, se presenta no sólo al personaje principal (un boxeador acabado, en un hotel de mala muerte) sino también la propia ciudad, un enclave cualquiera del medio oeste, metáfora de una sociedad marcada por el estigma de la desdicha. El protagonista (magistral Stacy Keach, en el mejor papel de su carrera) busca con hastío una cerilla para encender su último cigarrillo. Finalmente, decide vestirse para ir a comprarlas. Pero una vez en la calle, se estira, observa, esboza unos movimientos pugilísticos y prefiere volver a su habitación en busca de la bolsa de entrenamiento.
La escena no cuenta nada extraordinario, y sin embargo dibuja con gran profundidad a un personaje y a toda una ciudad. En definitiva, John Huston logró una muestra memorable de realismo sucio cinematográfico, entre cuyos planos y diálogos puede saborearse el aroma del bourbon de Tennessee Williams y el humo de los habanos de Ernest Hemingway.
A ello ayudan tanto la magistral fotografía de Conrad Hall como, sobre todo, la canción de Kris Kristofferson, en una versión especialmente lacónica. Huston la escogió porque expresaba con palabras justamente el sentimiento que quería trasmitir con la película. Aquí os dejo su traducción y esa escena inicial. Si alguien tiene la suerte de que le emocione como a mí, le recomiendo que no se pierda la película completa
En 1972, tras haber pasado por géneros como la aventura, el negro o la comedia, el genial John Huston decidió volver al tema que mejor se le dio siempre, el de los perdedores. Partiendo de una modesta novela de Leonard Gardner, de título Fat City, Huston se dispuso a filmar una de sus más hermosas creaciones, toda una oda a los hombres y mujeres que, sin suerte, hacen lo posible para sobrevivir día tras día, a pesar de ver que los sueños que alguna vez tuvieron han quedado ya demasiado lejos. Dado que el contexto era el mundo del boxeo, Houston aprovechó para hacer de ésta una de las mejores películas del género, y ya de paso, dar toda una lección de lenguaje cinematográfico con esos cinco primeros minutos.
En ellos, sin decir ni una sola palabra, se presenta no sólo al personaje principal (un boxeador acabado, en un hotel de mala muerte) sino también la propia ciudad, un enclave cualquiera del medio oeste, metáfora de una sociedad marcada por el estigma de la desdicha. El protagonista (magistral Stacy Keach, en el mejor papel de su carrera) busca con hastío una cerilla para encender su último cigarrillo. Finalmente, decide vestirse para ir a comprarlas. Pero una vez en la calle, se estira, observa, esboza unos movimientos pugilísticos y prefiere volver a su habitación en busca de la bolsa de entrenamiento.
La escena no cuenta nada extraordinario, y sin embargo dibuja con gran profundidad a un personaje y a toda una ciudad. En definitiva, John Huston logró una muestra memorable de realismo sucio cinematográfico, entre cuyos planos y diálogos puede saborearse el aroma del bourbon de Tennessee Williams y el humo de los habanos de Ernest Hemingway.
A ello ayudan tanto la magistral fotografía de Conrad Hall como, sobre todo, la canción de Kris Kristofferson, en una versión especialmente lacónica. Huston la escogió porque expresaba con palabras justamente el sentimiento que quería trasmitir con la película. Aquí os dejo su traducción y esa escena inicial. Si alguien tiene la suerte de que le emocione como a mí, le recomiendo que no se pierda la película completa
Help Me Make It Through The Night. Kris Kristofferson (1970)
Quítate la cinta del pelo / sacúdelo, déjalo caer / se extiende suavemente sobre mi piel / como una sombra en la pared.
Ven y tiéndete a mi lado / hasta la primera luz del alba / todo lo que quiero es tu tiempo / ayúdame a pasar la noche
No me importa lo que está bien o mal / No quiero intentar entender / Que el diablo se lleve el mañana / porque esta noche necesito una amiga
El ayer está muerto ha pasado / y el mañana aún no se ve / y es triste estar solo / ayúdame a pasar la noche
No quiero estar solo / ayúdame a pasar la noche
1 comentario:
No conocía esa película. Intentaré encontrarla. Si todo es igual que ese comienzo, promete. Gracias por el descubrimiento. Rosa
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