Tal día como hoy de hace cuarenta años, los Beatles daban su último concierto juntos. Fue una actuación singular, probablemente la más original de la historia de la música. Nadie avisó de ella, no hubo montaje previo, sencillamente subieron a la azotea del edificio de oficinas de Apple y se pusieron a tocar.
Era el 30 de enero de 1969, y con aquel concierto los de Liverpool daban por finalizadas las sesiones de su nuevo trabajo, Let it be. Unos meses después grabarían otro disco, Abbey Road, que salía a la venta en septiembre de aquel año. Let it be no se publicaría hasta mayo del 70; fue el último disco de los Beatles.
La banda había pasado varias semanas en el estudio intentando crear un conjunto de canciones de la manera más natural y directa posible. Volver a los orígenes, al rhythm & blues de sus comienzos, y hacerlo todo de un tirón, nada de montajes y efectos como en los trabajos anteriores. Incluso ficharon a Billy Preston, que pasaría a la historia, entre otras cosas, como el quinto Beatle, para que se hiciese cargo de los teclados y no tener así que añadir nada a la grabación original.
Aquellas sesiones se rodaron con objeto de hacer un documental que permitiese ver a los Beatles en pleno proceso creativo. Pero también resultó ser una íntima y dolorosa crónica de la inevitable ruptura de los cuatro amigos. En sus imágenes se advierte la necesidad de McCartney de tomar las decisiones, el desdés de Lennon, siempre acurrucado con Yoko Ono, la necesidad de Harrison por hacer oír su voz, y la indiferencia total de Ringo, que como siempre, andaba en la parra.
Pero eran los Beatles, después de todo, así que les salió un álbum sensacional, y el documental, del mismo título, no tiene desperdicio. Como final apoteósico a éste habían pensado dar un gran concierto en el que tocasen las versiones definitivas de las nuevas canciones. Plantearon hacerlo en unas ruinas griegas, a bordo de un trasatlántico y en veinte sitios más. Pero eso fue al principio. Tras varias semanas de tensiones, discusiones y abandonos temporales, tenían el cuerpo para pocas fiestas. "Subamos a la azotea y acabemos de una vez", dijo alguien. Y así lo hicieron.
Y es sorprendente cómo, a pesar del mal clima imperante, la actuación de los cuatro artistas resulta de una vitalidad contagiosa. Ante la música, en medio de una apacible jornada laboral, cabezas curiosas comenzaron a surgir por todas las ventanas. Las azoteas colindantes acogían a los vecinos, y por la calle, los sorprendidos oficinistas del West End que iban y venían, miraban a las cámaras de cine preguntándose si aquello no sería más que una broma.
Sin permisos de ningún tipo para la celebración del acto, y ante la alteración del orden público que aquello suponía, los agentes de la ley no tardaron en personarse en el lugar. Primero pidieron amablemente que todo acabase de una vez, pero los Beatles pensaron que sería un final perfecto para el documental que la policía tuviese que entrar y arrastrarlos con los instumentos aún en las manos. Al final no fue tanto. Todo acabó bien. Unos bobbys londinenses clausuraron la última actuación en directo de los Beatles a los cuarenta y dos minutos de haber comenzado. "Quiero dar las gracias en nombre propio y del grupo, y espero que hayamos pasado la prueba", dijo Lennon antes de retirarse.
Los que queráis escuchar el histórico evento podréis encontrarlo circulando por muchos rincones de internet con el título The Rooftop Concert. Por mi parte prefiero dejaros con los primeros siete minutos de imágenes del espectáculo.